Lady Gaga, un regreso colosal en la CDMX

Como extraída de una pintura de Salvador Dalí apareció Lady Gaga en el escenario del Estadio GNP Seguros, desproporcionada, con un vestido tan gigante como rojizo. Ella a más de cuatro metros de altura, pequeña, delicada, pero agresiva, con mirada penetrante que podía verse de cerca gracias a las pantallas del recinto que además fungían como escenografía, oscura, tétrica, y moviéndose con agilidad.

Todo al ritmo de Bloody Mary, tema donde explora la dualidad entre lo profano y lo sagrado, que iba a tono con el título de este primer acto Of Velvet and Vice, ahí Lady Gaga bajó junto a su séquito de bailarines que, con outfits a juego bailaron perfectamente coordinados junto a la cantante, en su primera manifestación de empoderamiento con Abracadabra, donde se hizo sentir el mensaje con la historia de una hechicera que domina su destino.

Como por arte de magia desapareció su vestido gigante y rojo, que cambió por uno sensual en negro, sosteniendo una pluma rosada, delicada, que contrastó nuevamente con su agresividad al bailar, al gritar constantemente en su idioma. “Levanten las manos Ciudad de México” todo mientras interpretaba Judas.

El desenfreno y la tentación continuaron también desde el público que mostraba también su sensualidad y empoderamiento con vestuarios atrevidos maquillajes brillantes, coloridos, minifaldas, vestidos largos llenos de plumas, todos brincando y mostrando su amor a la cantante entonando en cada oportunidad el “¡Gaga, Gaga, Gaga!”, todo al tiempo que sonaba Garden of Eden.

“México, te amo, te amo, te amo” gritó tirada en el suelo de la tarima y desde donde encaró a su contraparte: una mujer vestida en blanco, sin rostro, y bailando frente a frente interpretó Póker Face, en un tablero de ajedrez.

Gaga desapareció en medio de sus bailarines. Y así de pronto como el título de su segundo acto And She Fell into a Gothic Dream, el escenario se apagó quedando oscuro y con ella inserta en viaje onírico.

Tendida en arena, poco a poco Lady abrió los ojos, reapareciendo a los ojos de su público enterrada junto a decenas de esqueletos a su alrededor, mientras reflexionaba con Perfect Celebrity de la deshumanización que la fama puede darle a un artista.

Paparazzi continuó el repertorio, con una luna gigante proyectada en una pantalla circular que estuvo en lo alto del escenario cubriendo a Gaga con su luz, mientras danzaba junto a los esqueletos que cobraban vida a su lado al tiempo que tomó unas muletas para poder caminar y una capa larga y blanca se elevaba. Ella se soltó al viento que sacudió su cabello, y se entregó a la libertad. “Los extrañé mucho, ha pasado mucho tiempo estoy muy feliz de estar con ustedes de regreso”, dijo en inglés.

Después, con una bandera mexicana desplegada desde ese mismo balcón, Gaga dio un discurso, en su mejor intento de español.

“No hablo bien español, pero haré mi mejor esfuerzo, escribí este discurso para ustedes”, comenzó mientras el público gritaba “Gaga, hermana ya eres mexicana”.

“A todos mis hermosos pequeños monstruos, es un honor estar aquí. Han pasado 13 años desde la última vez que, espero que vean cuánto he trabajado en el escenario para demostrarles cómo los admiro y respeto. Les agradezco que hayan elegido pasar la noche conmigo”, decía mientras el público no paraba de gritar.

“La Ciudad de México es un lugar especial en mi corazón porque es donde cerré mi primera gira de estadios Monster World. Nunca olvidaré la emoción que sentí esa noche cuando compartieron conmigo el show más importante de mi carrera, estoy feliz de compartir nuevamente, solo que esta vez no es el final sino el principio, I love you Mexico”, y cerró con Alejandro, el segundo acto.

The Beautiful Nightmare That Knows Her Name, arrancó con sensualidad, con Gaga vestida en un corsé azul. Este fue el acto menos oscuro, sólo fiesta con Zombieboy, pero se puso emotiva con Die With a Smile, donde vestida como joker Gaga se sentó al piano para continuar abordando el deseo y el amor en How Bad Do U Want Me.

To Make Her Is You Lose Her, se leyó en las pantallas anunciando el acto final, donde la escenografía de abadía volvió a teñirse de carmín mientras Gaga avanzaba hacia el centro nuevamente diciendo “Te amo Mexico City”, con un saco en gris y un short corto para arrancar la intensidad nuevamente con Shadow Of A Man.

Y en ese renacimiento no pudo defender más su expresión y autenticidad, con un himno para todo su público, una bandera de aceptación y orgullo, Born this Way. “He viajado por el mundo cantando para ustedes, he soñado y trabajado horas y horas para hacer feliz a mi público. Hice este tema cuando era una niña, se los juro, ustedes cumplieron mi sueño”, sostuvo Gaga.

Antes de cerrar el show, Gaga confesó entre lágrimas, que era la primera vez que tocaba en vivo Blade of Grass, la cual sonó con el graderío iluminado por las luces de los celulares y ella entregada, desecha, derretida en pasión sobre el piano, golpeando al aire, y desgarrándose en el grito de “¡Vamos!”.

Gaga bajó del escenario y saludó al público acercándose a las vallas donde sostuvo la bandera del orgullo LGBTQ+ mientras cantaba Vanish Into You.

“Eres un monstruo”, dijo una voz. “Sí, soy un monstruo”, aceptó otra. “Los monstruos nunca mueren”, se leyó en la pantalla y Gaga, con manos monstruosas, interpretó Bad Romance.

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