Por: El Diablo Cojuelo

RELIGIÓN- Miles de fervientes potosinos se dieron cita en iglesias del estado para conmemorar el «lavatorio de pies» y el día que Jesucristo instituyó la eucaristía. Sin embargo, fuera de los templos reinó el caos. La mezcla de celebraciones religiosas con la incapacidad del municipio para garantizar orden y seguridad dejó al descubierto una administración rebasada. Sin personal suficiente para operar retenes viales, orientar a los visitantes o evitar aglomeraciones riesgosas, las buenas intenciones se ahogaron en la improvisación. Mientras en los altares se hablaba de servicio y humildad, en las calles la ciudadanía vivía desatención y descontrol. ¿De qué sirve la fe si la autoridad abandona a su pueblo en días donde más se requiere su presencia? El contraste entre el recogimiento espiritual y la falta de logística urbana es un reflejo de cómo San Luis Potosí funciona a base de costumbre, no de planeación ni estrategia gubernamental real.
SEGURIDAD- El centro histórico potosino lució repleto de familias, turistas y comerciantes durante Semana Santa, pero también estuvo marcado por la total ausencia de SEGURIDAD. El Ayuntamiento desplegó escasos elementos de policía, sin coordinación clara y con evidente falta de capacitación para atender a la ciudadanía. Los visitantes, sin guías ni mapas, deambulaban en un entorno saturado y sin protocolos visibles de protección. ¿Y si ocurre una emergencia médica o una estampida? Nadie sabe. La falta de presencia institucional no solo es irresponsable, también es peligrosa. Si bien la fiesta es parte de la cultura, el desorden es producto de la omisión. No basta con cerrar calles y montar escenarios: se necesita una visión estratégica del espacio público que respete tanto el derecho a la celebración como la obligación de resguardar a quienes participan en ella. El municipio juega a organizar eventos, pero olvida que la seguridad es un deber, no un favor.
TRÁFICO- Desde las cinco de la tarde, San Luis Potosí se convirtió en un verdadero infierno de tráfico. Arterias clave como Carranza, Universidad y Salvador Nava las calles con mayor tránsito de automóviles y motocicletas, una ciudad insuficiente de alternativas eficientes. El resultado; automovilistas atrapados, servicios retrasados y ciudadanos desesperados. Las decisiones del Ayuntamiento evidencian una total falta de sensibilidad hacia la movilidad urbana. ¿Cómo se puede hablar de una ciudad moderna si no se sabe gestionar el flujo de personas y vehículos en días clave? No existe sincronización de semáforos, no hay rutas alternas claras, ni personal que oriente el tráfico. El turismo no puede celebrarse a costa de los residentes, ni las fiestas justificar el colapso vial. La ciudad no se detiene porque sea Semana Santa; sus habitantes siguen trabajando, estudiando, viviendo. Obligarles a hacerlo entre bocinazos, embotellamientos y sudor no es otra cosa que una muestra más del abandono sistemático por parte de la autoridad.
TAXISTAS- El reciente ataque cometido por un taxista contra repartidores en Soledad de Graciano Sánchez no solo es alarmante, es sintomático de una violencia urbana tolerada y en crecimiento. Miguel “N” no solo insultó, golpeó y lesionó con arma punzocortante a uno de los repartidores, sino que además intentó huir como un cobarde. La reacción rápida de la Guardia Civil evitó que quedara impune, pero ¿hasta cuándo se permitirá que el gremio de ruleteros actúe con prepotencia y salvajismo? No es el primer caso, y mientras la Secretaría de Comunicaciones y Transportes no tome cartas reales en el asunto, la ciudadanía seguirá expuesta a conductores violentos. Estos taxistas, lejos de ser servidores públicos del transporte, se comportan como mafias callejeras. La imagen turística y la seguridad de la población están en juego, y con cada nuevo caso sin sanción, se fortalece el mensaje de que agredir, escapar y regresar a manejar es posible.
INDIFERENCIA- El maltrato animal va en aumento en la capital potosina. Cada día se denuncian entre cinco y diez casos, la mayoría relacionados con perritos víctimas de abandono, violencia o negligencia. En muchos hogares se les deja sin agua, sin alimento o bajo el sol, y no existe una red de protección efectiva para atenderlos. Tan solo este año, 20 casos fueron turnados a la Fiscalía, aunque muchos más quedan impunes por falta de pruebas o apatía institucional. El Ayuntamiento no cuenta con un programa robusto de rescate animal ni campañas educativas continuas. ¿Dónde está el centro de control animal? ¿Dónde están las esterilizaciones masivas prometidas? Mientras se habla de una ciudad incluyente y moderna, los lomitos siguen muriendo por golpes, veneno o abandono. La violencia hacia los animales no es un tema menor: es reflejo de una sociedad que normaliza el dolor ajeno y de un gobierno que lo permite por omisión.
VERGÜENZA- Quien haya preguntado a un policía municipal por una dirección durante Semana Santa seguramente se llevó una mala experiencia. La actitud de muchos elementos fue de enojo, desdén o franca molestia. Turistas confundidos recibieron respuestas vagas, gestos de impaciencia o incluso fueron ignorados. ¿Cómo es posible que quienes representan la autoridad muestren esa cara al visitante? No basta con uniformes nuevos ni con operativos anunciados en redes sociales. Se necesita una formación real en atención ciudadana, empatía y trato digno. La falta de cortesía no es un simple detalle: daña la imagen de la ciudad y ahuyenta al turismo. La percepción de inseguridad se incrementa cuando quienes deben ayudarte no quieren hacerlo. San Luis Potosí no puede aspirar a ser destino cultural y religioso si sus agentes de seguridad no tienen ni ganas ni herramientas para ser amables. La verdadera hospitalidad empieza por las instituciones, no por los folletos turísticos.