Pekín endurece exportaciones clave y congela relación con Boeing; Washington busca evitar caos económico y cultural.
En plena escalada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el gigante asiático ha comenzado a jugar sus cartas más sensibles: tierras raras, suministro de medicamentos, decoraciones estacionales, juguetes, partes para aviones y hasta deuda soberana. El impacto ya comienza a sentirse y podría agudizarse si no se alcanza una tregua antes de fin de año.
China domina más del 90 % del procesamiento global de tierras raras, insumos indispensables para la fabricación de computadoras, turbinas, equipos médicos y tecnología militar. EE.UU. importa el 70 % de estos minerales del país asiático, y Pekín ha endurecido las condiciones de exportación como mecanismo de presión directa.
Además, la suspensión de entregas y compras de Boeing por parte de aerolíneas chinas representa un golpe para una de las industrias más estratégicas de EE.UU., y podría traducirse en un giro hacia Airbus, el rival europeo.
En el plano doméstico, el “American way of life” enfrenta serios desafíos: el 80 % de las decoraciones festivas y juguetes proviene de China, así como la mayoría de los ventiladores y aires acondicionados. Con el verano y las festividades a la vuelta de la esquina, la tensión económica puede derivar en descontento social.
También hay preocupación por el suministro farmacéutico, pues EE.UU. depende en un 18 % de ingredientes activos producidos en China. A esto se suma la capacidad de Pekín para mover el mercado financiero global, al ser el segundo mayor tenedor de deuda estadounidense, con 760 mil millones de dólares.
Con su mercado interno aún débil pero su red comercial global fortalecida, China puede darse el lujo de esperar. Mientras tanto, en Washington urge alcanzar un acuerdo, antes de que la guerra comercial se convierta en una batalla cultural, médica y energética.
