La sequía histórica y las diferencias políticas aumentan las tensiones entre ambos países, poniendo en riesgo las relaciones comerciales y el cumplimiento de acuerdos hídricos.

México enfrenta fuertes presiones de Estados Unidos por el cumplimiento del tratado de agua de 1944, en medio de una sequía histórica y el cambio climático que han dificultado las entregas de agua en la frontera. El presidente Donald Trump ha intensificado las acusaciones contra México, calificándolo de moroso crónico y de ignorar el tratado que estipula las cuotas anuales de agua entre ambos países.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha asegurado que el país está negociando con Estados Unidos para cumplir con sus compromisos, pero las expectativas de ambas naciones se ven influenciadas por una situación que ha sido calificada como insostenible. Fuentes mexicanas han señalado que el gobierno está trabajando en aumentar las entregas de agua antes de la fecha límite de octubre, aunque en muchos casos esto implicaría tomar agua de los estados mexicanos afectados por la sequía, lo que ha generado protestas locales.
En particular, estados como Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, donde el agua escasea y la agricultura depende de los recursos hídricos, han expresado su rechazo a las medidas que les permitirían al gobierno federal tomar agua sin su consentimiento, lo que podría desencadenar confrontaciones legales y sociales.
A nivel federal, México enfrenta críticas por no cumplir con la cuota de agua establecida, mientras que algunos políticos en Texas presionan para que se apliquen sanciones económicas como los aranceles, siguiendo la línea de Trump de usar medidas comerciales para influir en otros asuntos bilaterales.
A medida que las tensiones aumentan, la situación se complica, ya que la gestión hídrica deficiente y el aumento de la demanda interna en México contrastan con las expectativas de Estados Unidos, que espera un cumplimiento inmediato. Las negociaciones entre ambos países continúan, pero los desafíos en la gestión del agua y la presión política interna siguen siendo factores clave que definen el rumbo de las relaciones bilaterales.