La beisbolista ya ha jugado en ligas varoniles de beisbol y ha dejado muestra de su talento

El brazo derecho de Rosi del Castillo no sólo tiene potencia y precisión. Tiene memoria. Carga con el peso de generaciones de mujeres que crecieron viendo beisbol desde la grada, deseando el montículo, pero resignadas a ese dogma silencioso que dictaba: “esta no es tu liga”.
Lo suyo no es activismo de micrófono, sino de montículo. Un activismo hecho pitcheo. Rosi aprendió desde niña que si quería jugar beisbol, tendría que hacerlo con niños. Lo hizo sin esperar permiso, sin pedir trato especial.
Del Castillo ha lanzado en la Liga Meridana. En el circuito Clemente Grijalva. En duelos de alto nivel. Pero a falta de un certamen femenil profesional de beisbol, migró al softbol, donde juega con los Diablos Rojos del México Femenil.
Desde su irrupción en 2016, Rosi ha sido parte activa de la evolución del beisbol femenil. No como testigo, sino como protagonista. Conoce a Whitmore de certámenes internacionales en donde ambas peloteras han defendido su bandera.
Mientras tanto, el fenómeno de asistencia que este año protagonizó el sofbtol en la capital del país, demuestra que hay una audiencia hambrienta de ver a mujeres competir con el nivel.
El estadio Alfredo Harp Helú fue escenario de esa explosión: miles de aficionados, transmisiones en vivo y cobertura nacional, demostraron el apetito de estar en la Serie de la Reina.
Mientras Rosi espera por la conformación de un certamen femenino de beisbol, se gana el respeto con el guante en el cuadro o corriendo las bases. A los 27 años de edad, su brazo derecho sigue esperando el llamado de alguna organización de la LMB.