Reflexiones Buena Nueva

IV DOMINGO DE CUARESMA – Ciclo C (Lucas 15,1-3.11-32) – marzo 33, 2025
Josué 5, 9a. 10-12; Salmo 33; Corintios 5, 17-21

Reflexiones Buena Nueva

La liturgia del Cuarto Domingo de Cuaresma, nos presenta en la Palabra, como es nuestro Padre Dios y Señor, lo único que desea para nosotros, es nuestro bien, lo cual tendríamos que reconocer y agradecer…

Evangelio según san Lucas 15,1-3.11-32

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publícanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad.

Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’. Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre.

Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’. Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.

El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ ”.

Reflexión:
¿Con quién me identifico?

La alianza que Dios ha hecho con su pueblo, que hoy somos nosotros, es para nuestro bien: nos libra de lo que nos oprime, quita libertad y nos da todo lo necesario para poder vivir, a través de los frutos que da la tierra (la creación). Por lo cual, como dice el salmo (33) de hoy, “tendríamos que agradecerlo y sentirnos orgullosos de nuestro Padre”.
Sin embargo, parece que nos gusta ir por el camino difícil, el equivocado, por el que me aparta de del bien que Él desea para nosotros. Así somos, nos equivocamos, pecamos. Afortunadamente, nuestro Padre Bueno, nos da la libertad de elección; y si me equivoco, nos da la gran oportunidad de volver a Él, para reconciliarnos; Él, en Jesús, se ha ofrecido precisamente, para que “recibamos la salvación y nos volvamos justos y santos” (Cor 5, 17-21)
Ejemplo de lo anterior es la parábola del Evangelio (Lucas 15,1-3.11-329), donde vemos las actitudes y caminos que eligen dos hijos (podrían ser, hombres o mujeres) y el de su padre…

  • El hijo menor, el que se va (pródigo): se le hace poco lo que tiene en casa, quiere “liberarse” y hacer lo que se le antoje y le de placer, quiere desvincularse de su familia; “mata” en vida a su padre, para tener la “herencia”; lo mueve y domina, tanto la ambición como el ego; ante la realidad adversa, “decide regresar”, hace su cuaresma, reconoce “que la regó” y vuelve a su casa, con justificación en mano …
  • El hijo mayor, el que se queda (envidioso): no disfruta lo que tiene con su padre; ha tenido miedo de hacer uso de lo que posee (dones); no extrañaba al hermano, la envidia lo domina; le reclama al padre que sea bueno con su hermano…
  • El padre bueno, los deja elegir libremente, no reclama que los hijos lo traten mal, es paciente y anhela el regreso de hijo menor; solo cuenta los días del regreso del menor; a quien decide regresar a él, le hace fiesta; al que se ha quedado (amargado), le insiste pase a festejar con el hermano… Así es Papá Dios, con nosotros, … ¡nos quiere con Él! ¡está de fiesta, cuando estamos y vivimos en él!

Así que, nuestro tiempo de cuaresma es reconocer dónde y cómo estamos, para volver a la Casa del Padre, que es su Reino, donde a pesar de fallar, él nos espera y abraza, cunado decidamos regresar con Él.

¿Con que hijo me identifico más, para evitar sus actitudes y/o corregirlas?… ¿Qué me impide elegir lo bueno, el bien?… ¿Cómo ser como el Padre, misericordioso?…

Alfredo Aguilar Pelayo
alfredo@ccrrsj.org

RecursosParaVivirMejor

www.ccrrsj.org

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