
El 10 de marzo de 1911 marcó un momento cumbre en la historia de la Revolución Mexicana. Ese día, Emiliano Zapata, líder campesino de Morelos, tomó las armas en apoyo al movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero, cuyo objetivo era derrocar al dictador Porfirio Díaz y establecer un gobierno democrático en México.
Desde hacía décadas, los campesinos de Morelos sufrían el despojo de sus tierras debido a las políticas de concentración de tierras en manos de grandes hacendados y empresarios.
La lucha de Zapata se basaba en la defensa del derecho a la tierra para los campesinos, quienes veían en Madero una esperanza de cambio.
La adhesión de Zapata a la revolución fortaleció el movimiento en el sur del país. Sin embargo, aunque en un principio apoyó a Madero, la relación entre ambos se deterioró rápidamente.
Zapata exigía una reforma agraria inmediata, mientras que Madero no dio prioridad a este tema tras asumir la presidencia en 1911. Esto llevó a Zapata a proclamar el Plan de Ayala en 1911, en el que desconocía a Madero y reafirmaba su lucha por la restitución de las tierras comunales.