El director mexicano, galardonado en la Berlinale, afirma que hay una búsqueda de nuevas estéticas y narrativas en el cine nacional, reflejando una visión más introspectiva y menos vinculada a la violencia cotidiana.

“México también está buscando un cine que no es el del realismo crudo y la violencia cotidiana”, asegura Ernesto Martínez Bucio, cineasta mexicano que acaba de ganar el Oso de Plata en la 75ª edición de la Berlinale por su ópera prima El diablo fuma. En una entrevista reciente, Martínez Bucio profundizó sobre el rumbo que está tomando el cine mexicano, destacando que, si bien el cine de violencia y realismo tiene su valor, existe una necesidad de explorar nuevas narrativas y estéticas que ofrezcan una visión más íntima de la sociedad.
“No estoy diciendo que el otro cine no sea importante”, subraya el director, pero resalta que es necesario dar un paso al frente para explorar nuevas formas artísticas y narrativas que se alejen de las convenciones previas. Para él, la búsqueda se enfoca en retratar experiencias más personales y profundas que toquen las fibras de la audiencia de manera única.
El diablo fuma nace precisamente de esta reflexión sobre la niñez y la memoria. Acompañado de la coguionista y poeta Karen Plata, Martínez Bucio recurrió a sus propios recuerdos de infancia, una etapa marcada por los miedos y la relación con la religión. La película se centra en un grupo de niños y niñas que comparten la sangre, el techo y la educación de una madre ausente y un padre que la busca, con la presencia de una abuela que siembra la figura del diablo en la imaginación de los pequeños.
Martínez Bucio recuerda con detalle los miedos que vivió cuando era niño, especialmente aquellos vinculados con la religión. “Yo era un niño con muchísima fe, pero también le tenía un miedo terrible al infierno y al diablo”, afirma el cineasta. En sus recuerdos de infancia, recuerda haber tenido que escoger entre dos camas en su nueva casa, una de las cuales, según su padre, era la del diablo. Curiosamente, el joven Martínez Bucio eligió la cama “del diablo” en lugar de la “del muerto”, una decisión que ha quedado grabada en su memoria hasta el día de hoy.
La película no tiene como objetivo promover una visión maligna de la figura del diablo, sino más bien resignificarla, destacando que los símbolos con los que crecemos tienen múltiples dimensiones y que los miedos de la infancia pueden ser parte de una construcción cultural compleja. Según Martínez Bucio, El diablo fuma busca ofrecer una reflexión sobre los miedos fundamentales de la niñez, los cuales, en muchos casos, están relacionados con las decisiones políticas y sociales.
Aunque el filme no tiene un enfoque estrictamente político, sí aborda cómo las decisiones globales afectan directamente a los niños. Martínez Bucio destaca que la película surge como un recordatorio para Europa sobre la responsabilidad compartida de proteger a los niños, especialmente en un contexto de violencia y conflicto, como el que se vive en Palestina, donde más de 14.500 niños han perdido la vida en el conflicto palestino-israelí, según la Unicef.
El reconocimiento que El diablo fuma ha recibido en festivales internacionales, junto con el creciente interés por el cine mexicano que explora la niñez y sus realidades, subraya la relevancia de este tipo de proyectos. A través de su recorrido por festivales en Asia, Europa y próximamente en Latinoamérica, el filme de Martínez Bucio está alcanzando a audiencias internacionales, con México siendo uno de los destinos más esperados para su proyección.
El director concluye que su trabajo no es solo una reflexión sobre el pasado, sino también una invitación a repensar el presente, especialmente en un momento en que las voces de la niñez están siendo silenciadas en muchas partes del mundo.