El tráfico de Captagon, que financió al régimen de Bashar al-Assad durante años, persiste en Siria, con el auge de nuevas milicias y un comercio clandestino que sigue siendo un reto para las autoridades, incluso después de la caída del régimen.
El tráfico de Captagon sigue siendo una de las principales fuentes de ingresos ilegales en Siria, incluso después de la caída del régimen de Bashar al-Assad en diciembre de 2024. La droga sintética, fabricada en fábricas clandestinas en el sur de Siria, especialmente en las regiones de Daraa y Suwayda, ha sido un pilar económico fundamental para un país devastado por la guerra y las sanciones internacionales.
Durante años, el régimen de Assad utilizó el tráfico de Captagon no solo para financiar su lucha contra los rebeldes, sino también como una herramienta de control social y de poder en las regiones fronterizas. Bajo su gobierno, el negocio de la droga llegó a generar más de 10 mil millones de dólares anuales, posicionando a Siria como uno de los principales productores y exportadores de Captagon en Oriente Medio.
El asesinato de periodistas como Mahmoud al-Harbi, que se atrevieron a investigar las redes de tráfico de Captagon, subraya los riesgos a los que se enfrentan los reporteros locales en Siria. Al-Harbi fue muerto a tiros en noviembre de 2023, poco después de publicar una investigación sobre la implicación de una familia local en el tráfico de la droga, una acción que le costó la vida. A pesar de estos riesgos, varios periodistas sirios siguen trabajando en la sombra, con pseudónimos y bajo una vigilancia constante, para exponer las redes de tráfico que, lejos de desmoronarse con la caída de Assad, siguen siendo alimentadas por nuevas milicias locales.
Aunque las autoridades de la región sur de Siria han prometido poner fin a la producción y comercialización de Captagon, los esfuerzos para erradicar la droga han sido infructuosos. La milicia Al-Karama, la más poderosa en la provincia de Suwayda, ha sido acusada de proteger el tráfico de la droga y, aunque oficialmente se presenta como un actor contrario al narcotráfico, su implicación sigue siendo incierta. Para muchos, el negocio del Captagon no solo persiste en el sur de Siria, sino que ha ganado fuerza, con nuevas rutas de contrabando que se extienden hacia Jordania.
A pesar de los intentos de las autoridades jordanias por desmantelar las redes de tráfico en su territorio, las operaciones de contrabando continúan. En las aldeas beduinas a lo largo de la frontera, los jóvenes se involucran en el tráfico de Captagon, que se vende a precios bajos: 10,000 libras sirias por pastilla, aproximadamente 0.70 dólares. En una zona de Suwayda, los puestos callejeros, conocidos como “kolabats”, siguen siendo puntos de venta abiertos donde se pueden conseguir las pastillas de Captagon en cualquier momento.
El negocio sigue siendo rentable a pesar de los esfuerzos internacionales y locales por erradicarlo. La familia Mazhar, estrechamente vinculada al régimen derrocado, continúa siendo una de las principales responsables del tráfico en la región. Esta familia, que ha acumulado riqueza y poder a lo largo de los años, sigue siendo protegida por sus conexiones dentro de las fuerzas locales.
La persistencia del tráfico de Captagon en el país refleja la compleja relación entre las autoridades, las milicias y las familias involucradas en el narcotráfico, un ciclo que no ha terminado con la caída de Assad, sino que ha cambiado de actores, aunque no de modus operandi. Para los ciudadanos sirios y los periodistas que arriesgan sus vidas para investigar, las perspectivas de cambio en este sector siguen siendo inciertas.