Descubren un chorro de materia que abarca el doble de la Vía Láctea

Observaciones con el telescopio Gemini Norte, operado por NOIRLab, han detectado el chorro de materia más grande jamás observado en el Universo temprano, que dobla en diámetro a la Vía Láctea.

Gracias a décadas de observaciones astronómicas, los científicos saben que la mayoría de las galaxias albergan agujeros negros masivos en sus núcleos. A medida que el gas y el polvo caen en estos agujeros negros, la fricción genera una enorme cantidad de energía, dando lugar a núcleos galácticos extremadamente luminosos conocidos como cuásares. Estos cuásares emiten potentes chorros de materia energética que pueden detectarse con radiotelescopios a grandes distancias. Mientras que en el Universo cercano estos chorros son relativamente comunes, en el Universo temprano y lejano han sido mucho más difíciles de encontrar hasta ahora.

Utilizando una combinación de telescopios, los astrónomos han descubierto un chorro de dos lóbulos que se extiende al menos 200 mil años de luz de distancia, el doble del tamaño de la Vía Láctea. Este es el chorro más grande jamás antes visto en el Universo temprano. El chorro fue identificado en primera instancia utilizado el Telescopio internacional LOFAR (Low Frequency Array), una red de radiotelescopios repartidos por toda Europa.

A partir de esto, se realizaron observaciones de seguimiento en el infrarrojo cercano con el Espectrógrafo de Infrarrojo Cercano de Gemini (GNIRS, por sus siglas en inglés), y en el óptico con el Telescopio Hobby-Eberly, para obtener una imagen completa del chorro y del cuásar que lo produce. Estos descubrimientos son cruciales para comprender de mejor manera el momento y los mecanismos de formación de los primeros chorros gigantes nuestro de Universo, informa NOIRLab en un comunicado.

“Estamos buscando cuásares con chorros potentes en el Universo temprano, los cuales nos ayudan a entender cómo y cuándo se formaron los primeros chorros y cómo impactan en la evolución de las galaxias”, explicó Anniek Gloudemans, investigadora postdoctoral de NOIRLab y autora principal del artículo publicado en la revista The Astrophysical Journal Letters.

Para comprender la historia de formación de un cuásar, es necesario determinar sus propiedades, como su masa y el ritmo al que consume materia. Para medir estos parámetros, el equipo observará una longitud de onda de luz específica emitida por el cuásar conocida como línea de emisión amplia Mgll (magnesio). Normalmente, esta señal aparece en el rango de las longitudes de ondas ultravioletas. Sin embargo, debido a la expansión del Universo, que provoca que la luz emitida por el cuásar se “estire” a longitudes de onda más largas, la señal de magnesio llega a la Tierra en el rango de longitudes de onda del infrarrojo más cercano, donde es detectable con GNIRS

¡SIGUE NUESTRO MINUTO A MINUTO! Y ENTÉRATE DE LAS NOTICIAS MÁS RELEVANTES DEL DÍA