Justin Reid vivió toda su infancia en Prairieville, Luisiana, a poco más de una hora en auto del Caesars Superdome. Ahora, el destino le ha dado la oportunidad de disputar el Super Bowl LIX en el mismo estadio donde soñó en convertirse en jugador profesional.
Podría pensarse que jugar en casa es un lujo, pero para Reid ha sido un gasto monumental. Debido a que es uno de los partidos más importante de su carrera, el safety de Chiefs quiere estar rodeado de los suyos. Y eso, en el Super Bowl, cuesta.
Los precios de las entradas no son baratas, hombre. Tengo como 30 invitados a los que quiero en el estadio”, dijo Reid.
Cada jugador que llega al Super Bowl recibe dos boletos gratuitos. Si quieren más, deben comprarlos a precio nominal, que oscila entre 950 y 7,500 dólares dependiendo de la ubicación. Y Reid sostuvo que no es de los que mandan a su gente a las gradas más altas. Haciendo cálculos, si consiguió entradas en el nivel inferior, donde los boletos cuestan 4,500 dls, entonces desembolsó al menos 126,000 dls. Pero si decidió poner a su gente en la zona detrás de la banca de Chiefs, la cuenta sube a 154,000. Para Reid jugar el Super Bowl en su tierra le costará todo el cheque que le den si gana el Super Bowl LIX y con ello logra el tricampeonato.
Para los Reid, este Super Bowl es más que un partido: es la coronación de un largo camino. Justin es el hermano menor de Eric Reid, exsafety de la NFL y uno de los jugadores que respaldaron al quarterback Colin Kaepernick en su protesta contra la brutalidad policial. Creció viéndolo jugar, soñando con llegar a la liga y forjando su propia identidad en la secundaria Dutchtown, a unos kilómetros del Superdome. De ahí, tomó la ruta académica hacia Stanford. Se convirtió en un especialista en coberturas y llamó la atención de la NFL.