4.- Trump 2.0: crisis bilateral, culpa de FCH, EPN y AMLO

carlos ramirez

WASHINGTON. D.C.- En 2016 y 2020, Donald Trump se encontró con una severa crisis estadounidense en materia de migración desordenada y con una carga emocional negativa por las decenas de miles de adictos a la droga que murieron por sobredosis de fentanilo. No era un secreto saber que el origen de la crisis estaba en México, pero los presidentes mexicanos Felipe Calderón Hinojosa, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador eludieron cualquier responsabilidad y se confiaron en el problema era de Estados Unidos dentro de Estados Unidos.

A la presidenta Sheinbaum le va a tocar pagar los platos rotos de dos crisis de seguridad que tienes su origen y su solución en México. Pero el discurso presidencial nacionalista al ritmo del himno nacional y los soldados que la patria tendrá en cada uno de sus hijos no solo no reconoce la paternidad del origen de la crisis, sino que parece carecer tener instrumentos para desinflar el choque binacional: mientras Palacio Nacional no vuelva a cerrar su frontera sur en el Suchiate y mientras no se decida a desmantelar los cinco principales cárteles del narcotráfico y el crimen organizado, el Gobierno de Trump tendrá el camino fácil de culpar a México de los dos problemas, de tomar decisiones radicales de Estado para militarizar el narcotráfico y de dar el paso audaz de cerrar la frontera bilateral con más daños para el lado mexicano.

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Calderón y Peña encontraron la salida de corto plazo al trasladarle a Estados Unidos la responsabilidad de la política contra los cárteles mexicanos a través del Plan Mérida y aceptaron el modelo imperial de Barack Obama de transnacionalizar la política de seguridad de Washington a través del modelo de organizaciones criminales transnacionales, un programa por el que EU asumió facultades de extraterritorialidad en la persecución de cárteles. López Obrador se escudó en el nacionalismo, privilegió la generosidad del derecho de asilo para abrir la frontera del sur a caravanas de migrantes que terminaron cruzando ilegalmente la frontera con Estados Unidos y estableció en la práctica el modelo de gobernanza criminal para un entendimiento con las bandas delictivas que hipotéticamente disminuyeran la violencia a cambio de operar en zonas territoriales de la soberanía del Estado, aunque al final de su sexenio hubo más narcos, más carteles, más delincuencia organizada, más muertos y menos gobernabilidad regional.

López Obrador le heredó a su sucesora la papa caliente de los cuatro temas fundamentales de la relación bilateral: los migrantes ilegales que serán deportados en masa, la existencia de cárteles poderosos en México con células de representación orgánica dentro de Estados Unidos para contrabandear, distribuir y promover el consumo de drogas químicas, la falta de un modelo de desarrollo para industrializar la economía y con ello disminuir la intermediación de China y el abandono del lado mexicano de la frontera bilateral que el gobierno mexicano nunca ha reconocido que es el punto número uno de preocupación de la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos.

Como se ven las cosas aquí en Estados Unidos, el Gobierno de Trump no va a invadir a México con tropas militares, y el tema del envío de fuerzas especiales para combatir a los cárteles en México a partir del criterio de la caracterización de esos grupos dedicados al tráfico de drogas como terrorista equiparables al ISIS sirio o a los talibanes y que derrumbaron las Torres Gemelas seguirá avanzado solo para fijar un punto de partida que obligue a México a estrategias de desmantelamiento de cárteles y no solo el arresto de algunos capos.

Si se entiende bien la lógica del poder americano, el Gobierno de Trump va a escalar caracterizaciones radicales contra los cárteles del narcotráfico pero seguirá incidiendo sobre la estructura criminal mexicana a través del modelo de seguridad que tiene en cárceles estadounidenses al Chapo Guzmán, a sus hijos y al compadre Mayo Zambada, este último traído a territorio americano en una operación de secuestro que habría violentado la soberanía mexicana. Sin necesidad de enviar tropas ni fuerzas especiales, EU estaría en condiciones de seguir ofreciendo altas recompensas por los capos y de organizar otros plagios. Pero al mismo tiempo, la estrategia de seguridad obliga a México al desmantelar estructuralmente a los cárteles.

La bandera nacionalista de Palacio Nacional remueve el sentimiento patriótico, pero no impedirá que desde territorio americano la estrategia de Trump comience a causar estragos en México.

El discurso radical de Trump inmigración y cárteles es, pues, culpa de Calderón, Peña y López Obrador.

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Política para dummies: la política a veces culpa la política de los errores de la política.

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