A cinco años de la notificación del primer caso de COVID-19, el mundo enfrenta aún secuelas de la pandemia, con más de 7 millones de muertes confirmadas y millones más de víctimas potenciales, mientras el virus persiste.
El 30 de diciembre de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue notificada sobre una serie de casos de “neumonía de origen desconocido” en la ciudad china de Wuhan, marcando el inicio de lo que más tarde se conocería como la pandemia de COVID-19. Hoy, cinco años después, el mundo sigue lidiando con las secuelas de una crisis sanitaria sin precedentes en la historia reciente, que dejó una profunda huella en todos los aspectos de la vida cotidiana.
La pandemia de COVID-19 se ha convertido en uno de los eventos más trascendentales de la historia moderna, afectando a prácticamente todos los ciudadanos del planeta. Según los registros oficiales de la OMS, hasta el momento se han confirmado 7 millones de muertes, aunque la organización advierte que el número real podría ser mucho mayor, posiblemente superando los 20 millones de víctimas, debido a las dificultades para registrar todas las muertes atribuibles al virus.
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Este trágico balance coloca al COVID-19 junto a otras pandemias históricas como la gripe de 1918 y la peste bubónica medieval, que también se cobró la vida de decenas de millones de personas, aunque en un contexto de una población mundial mucho más pequeña. En términos de contagios, la OMS reporta 777 millones de casos, una cifra que aún podría estar por debajo de la realidad, ya que muchos casos leves no son diagnosticados ni registrados.
El COVID-19 afectó a las sociedades de manera global, trayendo consigo confinamientos, restricciones en los transportes, la pérdida de seres queridos y una serie de efectos sociales y económicos sin precedentes. Todo comenzó a finales de 2019, cuando el mercado de Huanan en Wuhan fue identificado como el lugar donde surgió el brote. El 5 de enero de 2020, la OMS emitió su primer comunicado sobre la neumonía de origen desconocido, que más tarde sería identificada como una enfermedad causada por el SARS-CoV-2, un nuevo tipo de coronavirus.
La transmisión entre humanos fue clave para que el virus se expandiera rápidamente, y el 30 de enero de 2020, la OMS declaró una emergencia sanitaria internacional, mientras que el 11 de marzo de 2020, el virus fue oficialmente catalogado como pandemia.
El año 2020 estuvo marcado por los confinamientos estrictos en varios países, y por una enorme presión sobre los sistemas de salud, que se vieron desbordados por el número de casos graves que requerían hospitalización, sobre todo en las unidades de cuidados intensivos. A la par, los científicos iniciaron una carrera vertiginosa para desarrollar vacunas. En menos de un año, se lograron avances significativos, con el desarrollo de las primeras vacunas basadas en ARN mensajero, una tecnología innovadora que permitió combatir el virus de manera eficaz.
Cinco años después, aunque el escenario de emergencia sanitaria ha disminuido y los confinamientos son solo un recuerdo, el COVID-19 sigue presente. La OMS y los expertos sanitarios insisten en que el virus no ha desaparecido y sigue causando muertes mensuales. Según la epidemióloga Maria Van Kerkhove, directora de preparación para pandemias de la OMS, aunque la situación es mucho más controlada en comparación con los años 2020, 2021 y 2022, el COVID-19 ha llegado para quedarse.
Un tema preocupante que ha surgido en los últimos años es el COVID persistente, una condición en la que los pacientes siguen experimentando síntomas como fatiga extrema, problemas mentales y otros trastornos físicos semanas o meses después de la infección inicial. Se estima que entre el 6% y el 10% de los pacientes que sufren síntomas graves desarrollan esta condición crónica, que aún está siendo investigada para entender mejor sus causas y efectos a largo plazo.
En cuanto a la vacunación, los esfuerzos globales han sido extraordinarios, con campañas masivas de inmunización que han protegido a millones de personas. Sin embargo, a medida que el virus muta y surgen nuevas variantes, la vacunación continúa siendo un pilar fundamental para prevenir enfermedades graves y muertes. La OMS destaca que las vacunas reducen a la mitad el riesgo de desarrollar COVID persistente.
A nivel institucional, la OMS ha estado trabajando en un tratado global de preparación contra futuras pandemias, con el objetivo de evitar los errores cometidos durante la crisis del COVID-19, especialmente en cuanto a la distribución de vacunas y herramientas sanitarias. Sin embargo, este acuerdo ha encontrado resistencia en algunos países desarrollados, particularmente aquellos con un sector farmacéutico fuerte, que temen que el tratado implique la relajación de las patentes de medicamentos durante situaciones de pandemia.
El COVID-19 sigue siendo un desafío mundial, con sus efectos aún palpables en la salud pública y la economía global. Aunque el mundo ha avanzado significativamente desde aquellos primeros días de incertidumbre en 2019, la preparación para futuras pandemias sigue siendo una prioridad global para evitar que una tragedia de tal magnitud se repita.