Arabia Saudita será la sede de la Copa Mundial 2034, marcando un paso más en sus esfuerzos por transformarse en un centro global de innovación y turismo, aunque enfrenta retos sociales y laborales significativos.
La FIFA ha anunciado oficialmente que Arabia Saudita será el país anfitrión de la Copa Mundial de 2034, un logro histórico que consolida el rol del reino en la arena internacional. Esta será solo la segunda vez que un país islámico organiza el evento, y llega en un contexto de profundas transformaciones internas en el país.
Desde 2017, bajo la dirección del príncipe heredero Mohammed Bin Salman, Arabia Saudita ha trabajado arduamente para redefinir su imagen global. Conocido por su estricta interpretación del islam y un historial problemático en derechos humanos, el reino ha implementado megaproyectos de infraestructura, una ambiciosa industria turística y una notable inversión en deportes y entretenimiento. La llegada de figuras como Cristiano Ronaldo y Neymar a la liga saudí, junto con la organización de eventos de gran envergadura como la Fórmula 1 y los Juegos Asiáticos de Invierno 2029, refleja este cambio de enfoque.
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Además, Arabia Saudita está invirtiendo masivamente en la Copa Mundial de 2034, con una inversión estimada de 40 mil millones de dólares para la construcción de estadios y la expansión de su infraestructura hotelera. El país planea construir 11 nuevos estadios y renovar otros cuatro, lo que lo convierte en uno de los Mundiales más costosos, solo superado por el de Qatar en 2022.
El evento, que se llevará a cabo en cinco ciudades saudíes, busca ser un catalizador para posicionar al país como un líder global en innovación y desarrollo, reduciendo su dependencia del petróleo. Sin embargo, estas inversiones también han generado preguntas sobre el impacto real para la población saudí, en particular para la juventud, y sobre si los derechos laborales serán respetados en un contexto donde la desigualdad social sigue siendo una preocupación clave.
Con la promesa de 380 mil empleos derivados de la Copa Mundial, Arabia Saudita tiene la oportunidad de demostrar que estos megaproyectos pueden beneficiar a sus ciudadanos, pero el mundo estará atento a si el país logra equilibrar sus ambiciones con el respeto a los derechos humanos y la justicia social.