La primera presidenta de México mantiene los ejes de la Cuarta Transformación, enfrentando violencia en estados clave y polémicas por la reforma judicial.
Claudia Sheinbaum Pardo, primera mujer en asumir la presidencia de México, ha enfrentado un inicio de mandato marcado por la continuidad respecto a las políticas de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, y por la persistencia de problemas estructurales como la violencia en diversas regiones del país.
Desde su victoria en las elecciones de junio, Sheinbaum ha ratificado su papel como heredera de la Cuarta Transformación, continuando los programas y estrategias de su antecesor. Sin embargo, la violencia en estados como Chiapas, Guerrero y Sinaloa, así como la polémica por la reforma judicial, han puesto a prueba su capacidad de liderazgo.
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En un gesto que marca cierta diferenciación con López Obrador, Sheinbaum retomó el protagonismo de México en la escena internacional, viajando en noviembre a la cumbre del G20 en Brasil. Allí, sostuvo reuniones con líderes como Xi Jinping, Justin Trudeau, Emmanuel Macron, y el anfitrión Luiz Inácio Lula da Silva, subrayando la importancia del papel de México en el escenario global. Este regreso al diálogo internacional ha sido aclamado como un cambio de enfoque respecto a la política de aislamiento diplomático de su predecesor.
En el ámbito nacional, el problema de la violencia sigue siendo crítico. El asesinato del Padre Marcelo Pérez en Chiapas, un sacerdote conocido por su labor humanitaria, ha simbolizado la creciente inseguridad en la región, donde grupos criminales compiten por el control territorial.
En Sinaloa, los enfrentamientos entre los grupos liderados por los hijos de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán y los aliados de Ismael ‘El Mayo’ Zambada han escalado desde la captura de este último por las autoridades estadounidenses en julio. La violencia ha dejado cientos de muertos y ha impuesto un virtual toque de queda en la capital, Culiacán, afectando gravemente la vida cotidiana y la economía local.
Sheinbaum respondió enviando al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, y reforzando la presencia militar en estas regiones. Sin embargo, la crisis continúa siendo un desafío mayor para su administración.
Otro foco de controversia ha sido la reforma judicial, aprobada en septiembre y respaldada por Sheinbaum. Esta reforma introduce la elección popular de jueces y magistrados, un cambio sin precedentes en el sistema judicial mexicano. Mientras el Gobierno asegura que busca aumentar la transparencia y la legitimidad, trabajadores del Poder Judicial han protagonizado un prolongado paro laboral en rechazo a las modificaciones, argumentando que estas vulneran la independencia judicial.
Sheinbaum ha pedido calma y diálogo, insistiendo en que la reforma busca beneficiar al pueblo y fortalecer la justicia. No obstante, la polarización en torno al tema sigue creciendo, sumando otro frente a los desafíos de su joven administración.
Con apenas dos meses en el poder, Sheinbaum ha dado señales de continuidad en los programas sociales y políticos de la Cuarta Transformación, pero también ha mostrado voluntad de diferenciarse en aspectos clave como la política internacional. Sin embargo, la violencia, los conflictos sociales y las reformas controvertidas subrayan la complejidad de liderar un país con desafíos históricos y estructurales.
El tiempo dirá si Sheinbaum logra consolidar su liderazgo y responder a las expectativas de quienes votaron por ella como un símbolo de cambio y continuidad al mismo tiempo.