El estilo personal de gobernar del presidente Trump es el de las ocurrencias, pero la estructura política del poder estadounidense tiene mecanismos de contención para evitar decisiones que rayen en la locura.
El periodista Bob Woodward, del Washington Post, cuenta en su libro Miedo (2018), el primero de una trilogía sobre Trump en la Casa Blanca, que alrededor del presidente-empresario en Washington siempre hubo un aparato encargado justamente de frenar decisiones absurdas.
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A los siete meses de haber tomado el poder, al presidente Trump se le ocurrió que Corea del Sur era una carga económica para Estados Unidos y decidió romper el tratado de comercio, a pesar de que su entorno de inteligencia y seguridad nacional le hizo ver que se trataba de una locura porque ese país era una línea roja en la división del mundo con la Unión Soviética y Corea del Norte.
Aun así, Trump ordenó la redacción de una carta en cuyo primer párrafo anulaba el Tratado de Comercio Libre entre EU y Corea del Sur: “el acuerdo en su forma actual no vela por el mejor interés de la economía de Estados Unidos. Por tanto, de conformidad con el artículo 24.5 del acuerdo, Estados Unidos procede por la presente a notificar que desea rescindir el acuerdo“. La carta tenía fecha del 5 de septiembre de 2017 y estaba dirigida al presidente de Corea del Sur y a su ministro de Comercio.
Las razones económicas pudieran haber sido válidas porque EU tenía déficit comercial con Corea, pero el entorno del presidente, sobre todo el consejero económico de la Casa Blanca, Gary Cohn, economista y expresidente de Goldman Sachs –es decir: un no-político–, había entrado a la Oficina Oval mientras el presidente atendía otras cosas y vio sobre el escritorio la carta, se puso en modo de pánico y tomó una decisión histórica: se robó el documento porque estaba seguro de que si Trump no veía la carta entonces no la firmaría.
Se trató, señala Woodward, de un coup d´état administrativo por un funcionario de segundo nivel, pero en cuya decisión estaba la última instancia de evitar uno de los peores errores estratégicos de la seguridad nacional y geopolítica de Estados Unidos en la zona de Corea del Sur-Corea del Norte-URSS.
Pero ocurrió que Trump tuvo otra reunión y salió el tema del tratado comercial con Corea del Sur y en estado de ira, ignorando que ya lo había hecho antes, empezó a dictar una nueva carta para romper el acuerdo comercial. De manera agresiva, Trump dejó la carta a medias, ordenó que se terminara y dijo que la firmaría de inmediato, pero salió de la oficina.
Cohn acudió a la ayuda del general Jim Mattis, secretario de Defensa, y éste le hizo ver al presidente las razones de geopolítica que caían en su ámbito de trabajo y le dijo con claridad a Trump:
–Señor presidente, Kim Jong-un (líder comunista de Corea del Norte) representa la mayor amenaza a nuestra seguridad nacional. Necesitamos que Corea del Sur sea un aliado. Puede parecer que el comercio no esté relacionado con todo esto, pero es crucial. Los recursos militares y de inteligencia estadounidenses en Corea del Sur son la piedra angular para poder defendernos de Corea del Norte. Por favor, no salgamos del acuerdo.
Trump todavía alegó que quería quitar el sistema de defensa de lanzamiento de misiles THAAD se Corea del Sur que estaba diseñado específicamente para contener de manera directa a Corea del Norte, pero por razones económica Trump quería reinstalarlo en Oregón, EU, como si fuera un McDonald’s.
El general Mattis hizo último un esfuerzo: “estamos ayudando a Corea del Sur porque nos beneficia a nosotros”.
Al final, el entorno De Trump impidió la firma de la carta que terminaba con el tratado EU-Corea del Sur y Washington pudo mantener su escudo de seguridad nacional en la zona caliente ce Corea.
Si Trump revisará el Memorándum Negroponte de 1991 sobre el Tratado con México se percataría que Estados Unidos no firmó el TCL por razones de balanza comercial, sino porque el presidente Bush Sr. categorizó el Tratado a partir de su preparación como director de la CIA en 1976 y lo percibió como un instrumento de seguridad nacional en la larguísima frontera sur de más de 3,000 km que Washington por sí mismo no podía defender.
Si a Trump le pasan hoy una tarjetita diciéndole que la Unión Europea acaba de firmar un tratado comercial con el Mercosur y que China y Rusia ya cruzaron la línea roja de la doctrina Monroe, entonces pudiera entender las razones del Tratado con México como instrumento de seguridad nacional.
Pero Trump es un cabeza dura en eso del ejercicio del poder político real.
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Política para dummies: el comercio es, para bien o para mal, el caballo de Troya de la política.
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