76 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Una guía para la paz y un llamado a la acción

Este 10 de diciembre, la Declaración Universal de los Derechos Humanos cumple 76 años desde su adopción. A pesar de ser considerada por muchos como la mejor guía para avanzar hacia un futuro de convivencia pacífica y respeto mutuo, su incumplimiento nunca ha sido tan evidente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, especialmente con los crecientes conflictos armados en diversas partes del mundo.

A los conflictos prolongados en países como República Democrática del Congo, Yemen y Birmania, se suman ahora nuevos enfrentamientos a gran escala. Entre ellos, destacan los conflictos internos como el de Sudán, que en menos de un año y medio ha provocado la mayor crisis humanitaria, afectando a 25 millones de personas, y los conflictos internacionales como la guerra entre Rusia y Ucrania, así como los de Gaza y Líbano. En Siria, aunque la guerra civil parece estar llegando a su fin, la situación aún deja un saldo de sufrimiento humano.

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Tras la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos como un compromiso para prevenir atrocidades y garantizar la paz, complementando la Carta de la ONU. Volker Türk, alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, calificó el texto como “muy completo y milagroso”. Su impacto transformador se refleja en leyes y políticas nacionales, y ha sido la base para la creación de normas internacionales, como los pactos sobre derechos civiles y políticos y los derechos sociales, económicos y culturales.

Además de ser la piedra angular de los derechos humanos, la Declaración ha inspirado convenciones más específicas que defienden los derechos de mujeres, niños, pueblos indígenas, trabajadores migrantes, personas con discapacidades y prevención de crímenes internacionales como la tortura.

Este 10 de diciembre también marca el 40 aniversario de la Convención Internacional sobre la Tortura, que prohíbe de manera explícita y absoluta los actos de tortura o castigos crueles, inhumanos o degradantes. Este tratado ha sido fundamental para prevenir prácticas de tortura en contextos como interrogatorios, detenciones o deportaciones a países donde estas prácticas son comunes.

Maros Matiasko, de la organización Foro para los Derechos Humanos, destacó que una persona víctima de tortura es aquella que sufre a manos de agentes estatales o con el consentimiento del gobierno. Carin Benniger, de la Organización Mundial contra la Tortura, alertó sobre el aumento de riesgos de tortura y la creciente impunidad en los contextos de guerra y restricciones de derechos civiles.

A pesar de las claras prohibiciones internacionales, el Comité contra la Tortura de la ONU sigue vigilando la actitud de los Estados y tiene la capacidad de recibir denuncias individuales, lo que subraya la importancia de la monitoreo y la rendición de cuentas en la lucha contra la tortura.

En el contexto de mayores conflictos armados y restricciones de derechos civiles, la necesidad de fortalecer las protecciones para los derechos humanos y de asegurar que se rindan cuentas por violaciones, como la tortura, es más urgente que nunca.