Los villancicos tienen un origen histórico y cultural que se remonta a la Edad Media en Europa, aunque han evolucionado mucho a lo largo del tiempo. En sus inicios, los villancicos no estaban relacionados con la Navidad. Eran canciones populares que se cantaban en los pueblos (de ahí el nombre “villancico”, derivado de villano, que se refería a los habitantes de las villas).
Con el tiempo, la Iglesia Católica adoptó este formato para evangelizar y enseñar historias religiosas de manera sencilla y accesible para la población. Se comenzó a usar el villancico como medio para difundir el mensaje del nacimiento de Cristo. Aunque la liturgia oficial se celebraba en latín, los villancicos eran escritos y cantados en lenguas vernáculas, lo que los hizo más populares entre la gente común.
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A partir del Renacimiento, los villancicos empezaron a centrarse casi exclusivamente en temas navideños, como el nacimiento de Jesús, la visita de los pastores y los Reyes Magos. En el Siglo de Oro español, los villancicos adquirieron gran relevancia, no solo como género navideño, sino también como una forma de expresión cultural y musical, influenciando a las colonias de América Latina.
Fue hasta el siglo XIX y XX que los villancicos se consolidaron como una tradición navideña en Europa y América. Muchos de los villancicos que conocemos hoy en día tienen su origen en esta época o son adaptaciones de melodías y letras más antiguas.