(Mouzo J. El País 18 nov 2024)
La obesidad deja huella profunda en el organismo, a pesar de tratamientos o cirugías para perder peso, la amenaza de recuperación de grasa persiste y no es cosa de voluntad o falta de esfuerzo.
La memoria de esta enfermedad está escrita en las células específicas de ratones y en humanas, mecanismo molecular en el tejido graso que predispone a ganar peso tras haberlo perdido, aún en personas que se someten a intervención de cirugía bariátrica.
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Los adipocitos, que son las células del tejido graso, conservan memoria de la obesidad a través de cambios epigenéticos que persisten aunque se haya perdido peso.
La obesidad ya es la forma más común de malnutrición en la mayoría de los países. El epigenoma de los adipocitos previamente expuestos a la obesidad puede estar programado para volver al estado obeso más rápidamente o de manera más eficiente debido a estos cambios.
Hay desregulación transcriptómica que persiste después de perder peso, con cambios epigenéticos hasta dos años en humanos después de una cirugía para perder peso y hasta ocho semanas en ratones; así, la importancia del ambiente obesogénico en la evolución de la enfermedad.
Crecimiento cerebral
(Naddaf M. Nature 2024; doi.org/10.1038/d41586-024-03716-4)
Nuestras células cerebrales aprenden a manejar el estrés, con aumento de tamaño neuronal a las demandas de energía, con incremento de dopamina, neurotransmisor crucial para el movimiento, aprendizaje y procesamiento emocional. Las neuronas de animales experimentales (chimpancés, macacos y orangutanes) y de los humanos, expresan más genes que aumentan la actividad antioxidante que reduce el daño.
En humanos la corteza prefrontal es 18 veces mayor y el estriado 7 veces más que en macacos; adicionalmente los humanos tenemos dos veces más regiones de neuronas productoras de dopamina, cada una con más de dos millones de sinapsis. Las neuronas humanas tienen niveles mayores de expresión de genes que manejan el estrés oxidativo, las que codifican enzimas para neutralizar o mitigar moléculas tóxicas (especies oxígeno reactivas); aumentan moléculas como el factor de crecimiento y diferenciación neuronal (BDNF) que en enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson, disminuye.
Sinucleina relacionada a Parkinson, en personas con alteraciones del sueño REM
(Cordellat A. El País, 2024 Nov)
Personas con alfa-sinucleína, que provoca conductas motoras vigorosas y pesadillas, podría ser un síntoma precoz de enfermedades neurodegenerativas.
Hay evidencia de la relación existente entre el trastorno de la conducta del sueño REM y enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y la demencia con cuerpos de Lewy, lo que puede ser un síntoma precoz de la enfermedad de Parkinson, como se ha publicado en Lancet. Es un trastorno que afecta sobre todo a hombres mayores de 50 años y que se caracteriza por conductas motoras vigorosas durante el sueño, pesadillas y ausencia de relajación muscular durante la fase REM, con riesgo estimado de desarrollar un síndrome neurodegenerativo desde el momento del diagnóstico del trastorno de la conducta de sueño REM de 33.1 % a los cinco años, 75.7 % a 10 años y 90.9% a 14 años.
La soledad no deseada también aumenta las posibilidades de desarrollar Parkinson. El diagnóstico para detección está a través de la proteína alfa-sinucleína.
Gerard Mayà, neurólogo del Hospital Clínic de Barcelona y su grupo, ha publicado que personas analizadas con trastorno de la conducta del sueño REM, tenían esta proteína en el cerebro, aunque no tuvieran temblores o demencia, la alfa-sinucleína estaba en el tronco del encéfalo. Paralelamente hay proteínas asociadas a otras enfermedades neurodegenerativas como en la enfermedad de Alzheimer, con depósito elevado de beta amiloide. A pesar de lo anterior, anticuerpos contra estas proteínas (prasinezumab y cinpanemab) para erradicar del cerebro de los pacientes los depósitos de la proteína alfa-sinucleína, no encontraron beneficios.
Gente tóxica: ¿mantra social sin base científica?
(El País, nov 24; 2024)
Los gurús de la psicología ligera nos repiten que las personas tóxicas existen. Su potencial dañino, según sus alertas, puede oscilar entre los residuos radiactivos y un leve vertido petroquímico. Los rasgos que las delatan conforman una antología de la maldad: vampirismo energético y envidia crónica, sutil manipulación y egoísmo sin fisuras, negatividad sistemática y maquiavelismo cínico. El término puede aplicarse a parejas, jefes, padres o amigos.
La categoría carece por completo de base científica, sin observación analítica ni criterio estable, las advertencias sobre los humanos tóxicos son una mantra social.
“Vivimos una época de psicología que genera modas banales y muy peligrosas”, estima Oriol Lugo, psicólogo clínico y autor de ¡Corta por lo sano!, argumenta la inexistencia de personas tóxicas, pero que relaciones nocivas, son innegables. Pero, las personas tóxicas viven entre nosotros y esperan a la vuelta de la esquina para drenarnos la autoestima o escalabrar nuestra paz mental.
La autora estadounidense Lillian Glass, en 1995 publicó el libro Toxic people, que se convirtió en un bestseller mundial y encendió la mecha del término irresistiblemente evocador.
Según Buenaventura del Charco, psicólogo y autor del libro “Hasta los cojones del pensamiento positivo”, responde a la lógica de la sociedad de consumo en las relaciones personales; tachar a alguien de tóxico implica una autoridad moral que “inhibe la autocrítica” y “lanzar la culpa a los demás resulta muy cómodo”
Los rasgos tóxicos se entremezclan y confunden con los síntomas de los llamados trastornos de personalidad, una tipología diagnóstica de uso habitual, aunque no exenta de polémica, tal y como recogen sendos manuales publicados al respecto por las editoriales académicas de las universidades de Cambridge y Oxford. En esa categoría de trastornos caben desde el pensamiento paranoico hasta los patrones antisociales.
Tener actitudes de narcisista irredento es un fijo en la multitud de retratos robot sobre la persona tóxica que pululan por la red. “Para no ser proyectivo, para no empeñarme en que todo es culpa del otro, he de dejar el narcisismo de lado, estimular mi trabajo personal y hacerme cargo de mi malestar; hay que transitar por el mundo con confianza, tratando con personas que no siempre son de nuestro agrado y defendiéndonos cuando la situación lo requiera.