XXXIII Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 13, 24-23) – noviembre 17, 2024
Daniel 12, 1-3; Salmo 15; Hebreos 10, 11-14.18
En este penúltimo domingo del año litúrgico, la Palabra nos recuerda el horizonte último al que tenemos que mirar nuestra vida terrenal…
Evangelio según san Marcos 13, 24-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y Él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.
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Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”.
Reflexión:
¿Cómo vivir plenamente?
San Ignacio de Loyola, al comienzo de los Ejercicios Espirituales, plantea en el Principio y Fundamento: “el hombre es creado para alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor, y mediante ello salar su alma…“ (EE23); esto implica que (a) somo seres creados, debemos estar conscientes de que nuestra vida terrena es finita, y (b) tenemos un para: salvar el alma (la vida).
En el transcurso de nuestra vida, partiendo desde el inicio (nacimiento), hasta el final (último día de vida terrenal), somo creaturas en proceso, en crecimiento… que vamos aprendiendo a vivir, a ser nosotros; todo esto entre tropiezos, equivocaciones y errores. Sin embargo, no desviarnos de modo que menciona el Principio y Fundamento, de alcanzar el “para”… aquí es donde conecto la liturgia de hoy:
•En medio de toda situación adversa, difícil y dolorosa, está la promesa de salvación (cfr. Daniel 12, 1-3)…
•Jesucristo, se hace ofrenda, con su vida, enseñanzas y ejemplo, para salvarnos de nuestras faltas, perdonado nuestros pecados, que impiden seamos plenos en esta vida y tengamos la vida eterna (Hebreos 10, 11-14.18)
•Al final de la vida terrena, que no sabemos ni cuándo, ni cómo, nos encontraremos con el “Hijo del hombre”, quien nos congregará entre sus elegidos (Marcos 13, 24-23)
Así que nuestra vida terrena (inicio) nos conducirá hacia la vida eterna (meta: salvar el alma, la vida), en cuanto hayamos vivido de tal manera que seamos reflejo del amor de Dios en nuestras relaciones interpersonales y con la creación, al ser éstas: fraternas, con amistad sincera y gratuita; respetuosas, los demás se sienten libres ante mí; serviciales, ayudando, echando una mano, para que los demás pueden vivir bien… Ésta manera de vivir, este modo de andar por la vida, es el modo de vivir que Jesús nos ha enseñado, es lo que nos salva.
¿Qué me impide vivir fraternalmente con los demás?… ¿Qué me impide vivir respetuosamente con los demás?… ¿Cómo vivir para alcanza la vida eterna?
Alfredo Aguilar Pelayo
alfredo@ccrrsj.org
RecursosParaVivirMejor
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