La resistencia a los antimicrobianos (RAM) representa uno de los principales problemas de salud pública. En la actualidad, cerca de 700,000 personas fallecen anualmente debido a infecciones causadas por microorganismos resistentes a los antibióticos. Esto ocurre, principalmente, en los hospitales por factores como el tipo de microorganismo, el estado inmunológico del paciente y sus enfermedades concomitantes, así como la susceptibilidad del agente infeccioso ante el tratamiento disponible.
Al recurrir desmedidamente a las penicilinas, cefalosporinas, quinolonas, tetraciclinas y demás antibióticos de nuestro arsenal, los microorganismos infecciosos que combatimos no se quedan atrás, en su afán por sobrevivir. De manera similar a cómo un espía presenta información valiosa sobre el enemigo, los microorganismos pueden transferirse entre sí información genética que les permita “desactivar” a los antibióticos. Con esta analogía de la RAM, no es difícil comprender por qué el ámbito hospitalario es uno de los principales campos de batalla y a menudo el centro de atención de las instituciones de salud.
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Sin embargo, los hospitales no son los únicos lugares donde puede encontrarse la RAM. En todo el mundo, miles de toneladas de antibióticos se destinan cada año para la agricultura, ganadería y acuicultura. Independientemente de quién o qué consuma antibióticos, estos se ingieren, una fracción se transforma químicamente en el cuerpo y se eliminan en orina y heces. Los residuos de antibióticos en cuestión continúan su viaje en aguas residuales, eventualmente alcanzando, en algunos casos, alguna planta de tratamiento de aguas residuales (PTAR).
Ante un destino incierto para los antibióticos, surge una serie de preguntas: ¿Qué sucede con las aguas residuales que no reciben tratamiento?, ¿las aguas que sí reciben tratamiento quedan libres de antibióticos?, ¿qué pasa con los residuos de antibióticos que se liberan al ambiente?, ¿esto puede dar origen a “superbacterias”? y, por supuesto, ¿qué podemos hacer al respecto? Es por ello que la Asamblea Mundial de la Salud desarrolló en mayo del 2015 un Plan de Acción Mundial sobre RAM. En este documento destacan cinco objetivos: Objetivo 1. Mejorar la concientización y la comprensión con respecto a la RAM; Objetivo 2. Reforzar la vigilancia y la investigación sobre RAM, incluyendo la salud humana, animal y ambiental; Objetivo 3. Reducir la incidencia de las infecciones, a través de las medidas preventivas, de higiene y sanitarias; Objetivo 4. Utilizar de forma óptima y racional los agentes antimicrobianos, en el ámbito clínico y veterinario; Objetivo 5. Invertir en el desarrollo e implementación de estrategias sostenibles para combatir la RAM, incluyendo el desarrollo de nuevos medicamentos, herramientas diagnósticas, vacunas, etc.
¿Qué se ha hecho en México? En el Diario Oficial de la Federación se encuentra publicado el Acuerdo que declara la obligatoriedad de la Estrategia Nacional de Acción Contra la Resistencia a los Antimicrobianos. En este documento se señalan instituciones participantes, como la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), la Secretaría de Salud, etc. También se presenta la información más relevante sobre RAM con sus antecedentes y se plantean las estrategias para lograr el cumplimiento de los cinco objetivos previamente definidos. Adicionalmente, SENASICA junto a otras instituciones ha presentado durante la Semana Mundial de Concientización sobre la RAM, una serie de seminarios donde expertos del área de salud humana, animal y ambiental presentan sus hallazgos relacionados a la RAM, así como los avances de la estrategia nacional. Cabe resaltar que estas videoconferencias se encuentran disponibles en las redes sociales de SENASICA, incluyendo su canal de YouTube. Por su parte, el área de Salud Ambiental de la Coordinación para la Innovación y Aplicación de la Ciencia y la Tecnología (CIACyT) de la UASLP se encuentra trabajando en diversos estudios sobre RAM en la Zona Metropolitana de San Luis Potosí.
¿Cómo podemos contribuir?
Atender a los comunicados de las autoridades sanitarias. Evitar la automedicación es fundamental. El personal de salud tiene la función de diagnosticar el tipo de infección y determinar si son necesarios los antibióticos. En este caso, hay que seguir el tratamiento al pie de la letra. Si sobran antibióticos hay que preguntar al personal de la salud dónde disponer de ellos; guardarlos por si familiares o amigos los necesitan y tirarlos a la basura o por el retrete no son opciones. Es evidente que aún hay un gran camino por recorrer en México, pero lejos de alarmarse por las estimaciones – un tanto – fatalistas de la OMS si no hacemos algo al respecto, hay que mantenernos informados. El tema de la RAM nos compete a todos – especialistas de la salud y público en general.