Chase Oliver, Claudia de la Cruz y Jill Stein se presentan en las papeletas, desafiando las barreras del sistema electoral
En las próximas elecciones del 5 de noviembre, Donald Trump y Kamala Harris no son los únicos nombres en las papeletas presidenciales de Estados Unidos. Candidatos como Chase Oliver del Partido Libertario, Claudia de la Cruz del Partido Socialismo y Liberación (PSL), y Jill Stein del Partido Verde también estarán compitiendo en varios estados, aunque enfrentan un arduo camino debido al sistema bipartidista.
Chase Oliver ha recaudado alrededor de 440,000 dólares, una suma insignificante comparada con los más de 1,000 millones que han movilizado Trump y Harris. A pesar de ello, su campaña ha logrado posicionarse en 47 de los 50 estados, después de navegar por las complicadas leyes estatales que rigen la candidatura.
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“Es evidente lo difícil que puede ser presentarse como candidato fuera del sistema bipartidista. Se crean toneladas de barreras que dificultan llegar a las urnas”, afirma Oliver. El sistema electoral estadounidense, diseñado para favorecer a los dos grandes partidos, hace casi imposible que los partidos menores y los candidatos independientes obtengan representación real.
Expertos, como Kirk A. Randazzo de la Universidad de Carolina del Sur, señalan que en democracias que utilizan sistemas de “votación proporcional”, los partidos más pequeños tienen más oportunidades de éxito, ya que los márgenes de victoria necesarios son menores. Además, la manipulación de distritos electorales por parte de los partidos mayoritarios refuerza estas barreras.
Claudia de la Cruz, que competirá en 21 estados, también destaca la falta de oportunidades para los partidos minoritarios. “El Partido Demócrata ha destinado 100 millones de dólares solo para batallas legales para limitar la participación de terceros partidos”, explica, subrayando el esfuerzo sistemático de los partidos mayoritarios por mantener el status quo.
Aunque los candidatos de partidos menores generalmente no tienen posibilidades de ganar, han influido en los resultados de elecciones anteriores. Por ejemplo, Ralph Nader en 2000 y Ross Perot en 1992 son recordados por su impacto en los resultados finales, debilitando las posiciones de los candidatos de los partidos principales.
En este contexto, Jill Stein vuelve a aparecer como una posible “piedra en el zapato” para Harris, especialmente en estados como Míchigan, donde el apoyo a Biden en el conflicto de Gaza podría repercutir en las urnas. A pesar de las críticas por “robar” votos, Stein ha declarado que considera estas acusaciones un “motivo de orgullo” y continúa su campaña con firmeza.
Los candidatos menores están abriendo el debate sobre la necesidad de reformas en un sistema que, según ellos, margina a voces alternativas, ofreciendo así a los votantes opciones más allá del bipartidismo tradicional.