Algunas creencias indican que los alimentos ofrendados pierden su sabor y esencia
Una de las principales creencias sobre el Día de Muertos indica que la comida colocada en las ofrendas y altares sirven como guía para que las entidades puedan realizar su viaje desde Mictlán hasta el hogar de sus seres queridos, desvaneciendo el sabor y esencia de los platillos ofrendados.
Catherine Good, autora de El trabajo de los muertos en la Sierra de Guerrero, indica que los alimentos que son colocados en el altar como ofrendas, sufren un proceso de enfriamiento y pierden gran parte de su sabor, después de la noche del Día de Muertos.
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El sabor de los alimentos se puede comprobar días después de ser ofrendados a los difuntos. A comparación de un plato del día anterior que es apetecible para ser recalentado, las comidas colocadas en las ofrendas “pierden esa sustancia”.
“Las ánimas se llevaron el aroma arriba. Si tu plato de comida lo guardas en el refri, no se va el sabor. Si nomás tú lo pones en el altar (como ofrenda) se le va el sabor. Porque lo llevan las ánimas”.
La autora explica que los alimentos ofrendados no pierden su materialidad, debido a que los difuntos no pueden apropiarse de la comida, al no tener un cuerpo que les permita tocar, distorsionar o comer los alimentos. Sin embargo, se llevan el aroma y “la vitalidad”.