En sus ataques contra Israel del 7 de octubre, Hamás utilizó hace un año cientos de cohetes caseros, explosivos modificados, fusiles del mercado negro, vehículos robados.
En sus ataques contra Israel del 7 de octubre, Hamás utilizó hace un año cientos de cohetes caseros, explosivos modificados, fusiles del mercado negro, vehículos robados. Todo esto le permitió sortear la valla fronteriza y arrasar las comunidades de la zona, matando a unas mil 200 personas y secuestrando a otras 251.
Y aun así, todo este arsenal, acumulado durante años de preparación, no tiene punto de comparación con el del grupo libanés Hezbolá, con el que Israel lleva enfrascado en un intenso intercambio de fuego desde el día siguiente de los ataques de Israel en la franja palestina.
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“No tiene nada que ver, sus explosivos son mucho más sofisticados, están mucho mejor mantenidos”, explica a EFE, Idan Sharon-Kettler, subcomandante de la unidad de incautación de armamento enemigo en el Ejército israelí, durante una visita a la colección que Israel mantiene en la base aérea de Tzrifin, en la localidad de Rishon LeZion, muy cerca de Tel Aviv.
El responsable explica que, en el caso de Hezbolá, el armamento llega directamente desde Irán, por vía terrestre, hasta Líbano, donde no existen los férreos controles fronterizos a los que siempre ha estado sometida Gaza, cercada por territorio israelí.
Entre las decenas de artefactos expuestos, unos cuantos, como lanzacohetes pesados o drones, han sido requisados por las fuerzas durante su semana de incursiones en el sur del país vecino, en las que ya han muerto al menos nueve soldados israelíes.
Pero el grueso lo componen fusiles de asalto estilo AK-47 y AK-103 comprados en el mercado negro por Hamás, así como proyectiles antitanque o minas antipersona utilizadas por el grupo islamista en sus ataques del 7 de octubre o requisados después por los soldados israelíes en la Franja de Gaza.
Destacan, en un rincón, una serie de granadas termobáricas, que dispersan un combustible en forma gaseosa que después prende una segunda carga, causando una enorme llamarada y generando un vacío.
Es un armamento devastador, pensado para uso militar pero que los milicianos de Hamás utilizaron en refugios para civiles en los kibutz cercanos a Gaza.
Junto a las granadas se encuentran unos explosivos antitanque con unos imanes en la base, pensados para ser acoplados a carros de combate. El Ejército asegura que encontró decenas en coches de civiles destrozados tras los ataques.
Sharon-Kettler, el subcomandante, asegura que no hay nada entre las miles de armas requisadas que le sorprenda, en el sentido de que todo son capacidades que Israel ya sabía que estaban en manos de Hamás. Lo que le sorprende es que las usaran contra civiles.
“Esta es toda la historia del 7 de octubre. Nada de este armamento es tecnológicamente avanzado o reciente. Lo único son los sentimientos que les llevaron a masacrar civiles usando equipamiento militar”, defiende el responsable militar.