Los hallazgos podrían dar a los investigadores un nuevo punto de apoyo para buscar la causa y el tratamiento del trastorno de conducta, dijo el equipo
Desafío, rabietas, agresión: todas señales de una afección llamada trastorno de conducta, que según Mental Health America afecta a hasta un 16 por ciento de los chicos y a un 9 por ciento de las chicas.
Ahora, la investigación está revelando diferencias reales en la estructura cerebral de los niños y jóvenes con trastorno de conducta, en comparación con los que no tienen la afección.
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Específicamente, el estudio de los cerebros de personas de 7 a 21 años encontró que la capa externa del cerebro, la corteza cerebral, era más pequeña de lo que es típico para las personas con trastorno de conducta.
“El trastorno de conducta tiene una de las cargas más altas de cualquier trastorno mental en los jóvenes”, anotó el coautor del estudio, el Dr. Daniel Pine. “Sin embargo, sigue siendo poco estudiado y poco tratado”.
“Comprender las diferencias cerebrales asociadas con el trastorno nos lleva un paso más cerca de desarrollar enfoques más efectivos para el diagnóstico y el tratamiento, con el objetivo final de mejorar los resultados a largo plazo para los niños y sus familias”, dijo Pine. Es jefe de la Sección de Desarrollo y Neurociencia Afectiva del Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH).
El nuevo estudio aparece en la edición del 16 de julio de la revista Lancet Psychiatry. En su investigación, Pine y sus colaboradores utilizaron IRM para examinar los cerebros de unos 2,400 niños y jóvenes que se habían inscrito en 15 estudios diferentes de todo el mundo. Alrededor de la mitad de los participantes habían sido diagnosticados con trastorno de conducta, mientras que la otra mitad no.
Los escáneres observaron específicamente el grosor de la corteza cerebral de cada persona, así como el volumen de las regiones cerebrales “subcorticales” más profundas.
En comparación con los niños y los adultos jóvenes que no se vieron afectados por el trastorno de conducta, los que padecieron la afección difirieron en cuanto al grosor de sus cortezas cerebrales.
También “tenían un volumen más bajo en varias regiones subcorticales del cerebro, como la amígdala, el hipocampo y el tálamo”, según un comunicado de prensa del NIMH. Se sabe que estas regiones son clave para la regulación del comportamiento.
En estudios anteriores, la corteza prefrontal y la amígdala ya habían sido implicadas como posibles roles en el trastorno de conducta, pero el nuevo estudio ha identificado otras regiones del cerebro.
No se observaron diferencias en cuanto a los cambios cerebrales entre las niñas y los niños con trastorno de conducta.
Sin embargo, los jóvenes con formas más graves de trastorno de conducta (por ejemplo, tenían niveles bajos de empatía, remordimiento o culpa) tendían a mostrar las mayores diferencias cerebrales en la IRM, apuntó el equipo de investigación.
Según los autores, el nuevo estudio es el más grande hasta la fecha y respalda la idea de que los cambios físicos en el cerebro podrían conducir al trastorno de conducta.
“El estudio también proporciona evidencias novedosas de que los cambios cerebrales son más generalizados de lo que se había mostrado anteriormente, y abarcan los cuatro lóbulos y las regiones corticales y subcorticales”, según el comunicado de prensa del NIMH.
La buena noticia es que los hallazgos podrían dar a los investigadores un nuevo punto de apoyo para buscar la causa y el tratamiento del trastorno de conducta, dijo el equipo.