XIII Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 5, 21-43) – junio 30, 2024
Sabiduría 1, 13-16; 2,23-24; Salmo 29; 2 Corintios 8, 7-9. 13-15
Las lecturas de este domingo, nos ayudan a entender el sentido de nuestra vida y a aprender de Jesús lo necesario, para lograrlo…
Evangelio según san Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.
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Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.
Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de Él, se volvió hacia la gente y les preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?” Sus discípulos le contestaron: “Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: `¿Quién me ha tocado?’ “ Pero Él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.
Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?” Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de Él.
Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa: “¡Óyeme, niña, levántate!” La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.
Reflexión:
¿Cómo está mi fe en Jesús?
Hoy la Palabra nos recuerda (a) el sentido de nuestra vida, (b) lo que nos quita vida y (c) como podemos recuperarla; vamos por partes, para sacar más provecho:
La primera lectura (cfr Sab 1, 13-16; 2,23-24) nos dice que,
- Hemos sido creados por Dios, a su imagen y semejanza, para la vida (terrenal inicialmente), disfrutarla, compartirla, recrearla…
- Lo que nos impide vivir, es la envidia (avaricia, soberbia), que nos lleva a estar del lado del diablo (del griego antiguo διάβολος /diábolos/, en calumniador, el que causa división), que nos separa de Dios y de los demás, y por tanto nos quita vida…
La segunda lectura (2 Cor 8, 7-9. 13-15), nos ayuda, con un tip, para andar por el camino de la vida, al estilo de Jesús: la generosidad… que es una manera de ser como Jesús, al hacer el bien a los demás, contribuyendo “con lo que tengo y puedo”, a que a nadie “le falte lo necesario para vivir” …
Finalmente, el evangelio (Marcos 5, 21-43), nos muestra a dos personas, Jairo y la mujer enferma, quienes tienen fe en Jesús, es decir, creen en él; la mujer es sanada y la hija de Jairo, es vuelta a la vida; Jesús, con toda claridad, nos dice hoy: “es la fe lo que nos salva”…
Entonces, cuando escuchamos a Jesús, “camino, verdad y vida” (Jn 14.6), conocemos su propuesta, a quién y cómo lo hace, podremos entender que, solo desea nuestro bien, reintegrándonos a la vida y a la comunidad de hijos de Dios, a pesar de que nos equivocamos haciéndole caso al mal, podremos estar cerca de él, y pedirle, con confianza, nos ayude a enfrentar y vencer toda adversidad (física, mental, espiritual), como dice el salmo 29, “escúchame, compadécete, ven en mi ayuda”.
¿Cómo evitar caer en la tentación y librarme del mal?… ¿Cómo aumentar mi fe de Jesús?… ¿A quién puedo ayudar para que se reintegre da la comunidad?…
Alfredo Aguilar Pelayo
alfredo@ccrrsj.org
RecursosParaVivirMejor
www.ccrrsj.org
Para profundizar, leer aquí.
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP