¿Continuar como universitario por siempre?

(Bermstein J, New York Times junio 2024)

Benjamin B. Bolger ha estudiado en las universidades de Harvard, Stanford y Yale, además de en Columbia, Dartmouth, Oxford, Cambridge, Brandeis y Brown y ha acumulado 14 títulos de posgrado, un grado de asociado y una licenciatura. Algunos, como el doctorado de la Escuela de Graduados de Diseño de Harvard, de muchos años.

Tiene títulos en desarrollo internacional, escritura creativa de no ficción y educación. Ha estudiado “conflicto y coexistencia”, arquitectura estadounidense y actualmente trabaja (a distancia) para obtener la maestría en escritura para actuación en Cambridge.

La manera en la que explica por qué ha dedicado alrededor de 30 años a obtener títulos universitarios es “Me encanta aprender”.

A los 16 años, Bolger se matriculó en la Universidad de Míchigan, donde se especializó en sociología. Bolger apenas tiene 48 años, está en camino de convertirse en la persona con más credenciales en EE. UU, están las mentadísimas virtudes tradicionales de pasar varios años apartado del resto del mundo, leyendo y pensando. La clásica oportunidad de ampliar la mente.

Una encuesta realizada en 2023 entre los estudiantes de último curso de Harvard reveló que el 41 por ciento estudiaban consultoría o finanzas; el máximo valor de la universidad es la credencial, que garantiza un puesto inicial con una posición privilegiada en la escala del éxito.

La madre de Bolger gastó gran parte de su dinero peleando por la custodia, y su estrés se vio agravado por la grave dislexia de su hijo. Cuando Bolger cursaba el tercer grado y aún no sabía leer, sus profesores aseguraron que no terminaría la secundaria. Consciente de que su hijo era brillante, pero diferente, ella decidió educarlo en casa, aunque quizá “en casa” no sea el término adecuado: ambos pasaban horas interminables en auto, yendo a museos de ciencias, a la elitista Academia de Arte Cranbrook (a las afueras de Detroit) para recibir clases de dibujo e incluso al Museo Nacional del Aire y el Espacio del Smithsonian, en Washington. Por las noches, ella le leía obras épicas como Guerra y paz, pero también libros de aventuras y novelas basadas en La guerra de las galaxias.

Madre e hijo pasaban los días en la biblioteca de la Universidad Estatal de Míchigan, veían a los conferencistas del campus por la noche y comían gratis en las recepciones posteriores. A veces, en lugar de conducir las dos horas de vuelta a Grand Haven, dormían en su camioneta en algún lugar de East Lansing y volvían a hacer todo al día siguiente.

Bolger usaba ropa de segunda mano y solo tenía un amigo cercano de su misma edad, pero se sentía como en una gran aventura. A los 11 años comenzó a tomar clases en el Muskegon Community College. Sin embargo, aún leía por debajo del nivel de tercer grado, por lo que necesitaba que su madre le leyera en voz alta los textos que le asignaban, y él le dictaba los trabajos que debía entregar. A los 16 años se matriculó en la Universidad de Míchigan y se mudó con ella a un departamento fuera del campus. Grababa sus clases para poder escucharlas en casa, y su madre seguía leyéndole. Se licenció en Sociología con un promedio de 4,0. Tenía 19 años.

Para asistir a Yale, Bolger había pospuesto un máster en sociología en Oxford, así que en 1996 se trasladó a Inglaterra. Allí le fue muy bien con el sistema de tutorías, que le recordaba a la educación en casa. Después simplemente siguió adelante, embarcándose en una odisea por las grandes universidades de la angloesfera, durante la cual mejoró su lectura, aunque no dejó de apoyarse en su madre. De Oxford pasó a Cambridge, donde cursó una maestría en sociología y política. Luego de tres años en el Reino Unido, se fue a California, donde estudió una maestría en educación interdisciplinaria en Stanford; de ahí pasó rápidamente a Nueva York, donde obtuvo otra maestría, en políticas de la educación y otra en desarrollo inmobiliario, ambas en Columbia, ambas en un solo curso académico…..y siguió acumulando títulos.

Tras doctorarse en 2007, Bolger se convirtió en consultor de admisiones a universidades privadas a tiempo completo. “Ningún otro consultor tiene el historial de éxito de Bolger”, dice su sitio web, una afirmación difícil de verificar, pero que mucha gente parece creer.

Tiene una oficina en Cambridge, pero prefiere trabajar siempre que pueda en los clubes privados a los que pertenece, como el Union Club, frente al parque Boston Common, y el Harvard Club, que, en comparación, parece más relajado.

Los hijos de Bolger, Blitze y Benjamina, reciben su educación en casa. Uno de sus principales recursos pedagógicos son las excursiones. Quien pasa algún tiempo cerca de Bolger tiene la sensación de estar matriculado en una universidad personalizada con forma de hombre, capaz de asombrosos saltos interdisciplinares. Y todo encaja del mismo modo en que cualquier mezcla de asignaturas optativas de primer año en una universidad de primera podría complementarse, rimar, producir su propio tipo de armonía. No está claro qué hay exactamente en el centro, pero en cualquier caso, hay fuerzas gravitatorias en acción.

Benjamina domina dos idiomas, es simpática y divertida y el verano pasado interpretó la complicada pieza para violín “Sicilienne and Rigaudon”, de Fritz Kreisler, en el Carnegie Hall, y lo hizo con gracia, brío e incluso ingenio. Como mínimo, Benjamina tiene en sus manos el material necesario para uno de los mejores ensayos de admisión a la universidad de todos los tiempos.

Alimentos ultraprocesados se asocian a levemente mayor mortalidad a largo plazo
(Fang Z et al. BMJ 2024)

Los alimentos ultraprocesados, conforman la mitad de la dieta de los norteamericanos y pueden asociarse a leve aumento de mortalidad a plazo largo. Los investigadores analizaron los datos de estudios a plazo largo de estudios prospectivos de 110,000 profesionales de Salud que ocmpletaron cuestionario de dieta 4 años antes en los 1980 y se siguieron durante más de 30 años.

Comparativamente con los participantes de la cuartila más baja, la ingewta de alimentos ultraprocesados del cuartil más elevado, se asociaron a aumento en todas las causas de mortalidad que incluyeron las cardiovasculares y por cáncer (13% más), aún posterior a ajustes para actividad f{isica , peso, tabaquismo y otros confundidores potenciales.

El ADN antiguo revela los criterios de sacrificio de niños de los antiguos mayas
(Kreier F. New York Times 2024)

Los restos humanos fueron descubiertos por primera vez en la antigua ciudad maya de Chichén Itzá en la primavera de 1967, los obreros que construían un pequeño aeropuerto detrás de Chichén Itzá, la antigua ciudad maya de México, se encontraron con un problema: sus excavaciones habían descubierto restos humanos en la pista de aterrizaje propuesta. Los arqueólogos descubrieron un chultún, un contenedor subterráneo para almacenar agua de lluvia que, en la mitología maya, se consideraba como la entrada al mundo subterráneo de los muertos. Conectado al chultún había una cueva que contenía más de 100 conjuntos de restos humanos, casi todos pertenecientes a niños.

Casi 60 años después, el ADN antiguo extraído de 64 de los niños, publicado en la revista Nature… los niños —víctimas de sacrificios entre los años 500 y 900 d. C.— eran todos varones mayas locales que podrían haber sido seleccionados específicamente para ser sacrificados en parejas de hermanos.

“Estos son los primeros genomas mayas antiguos que se publican”, afirmó Johannes Krause, arqueogenetista del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, en Alemania.

La búsqueda del genoma de los niños mayas empezó a mediados de la década de 2000, Rodrigo Barquera —actualmente inmunogenetista del Instituto Max Planck— esperaba descubrir el legado genético de la pandemia más mortífera de Mesoamérica.

En 1545, un brote de Salmonella enterica se extendió y la enfermedad mató hasta el 90 por ciento de la población indígena. Las pandemias de este tipo suelen dejar huella en los genes inmunitarios de los supervivientes. Para descubrir este legado genético, Barquera y sus colegas tenían que comparar el ADN de los restos precoloniales con el de las personas que nacieron después del brote.

Los 64 cráneos pertenecían a varones. Los primeros arqueólogos que estudiaron a los mayas habían propuesto que la cultura se preocupaba por sacrificar a mujeres jóvenes y vírgenes. Esa teoría ha sido cuestionada en las últimas décadas con el descubrimiento de que la mayoría de las personas sacrificadas en el cenote sagrado —un sumidero natural en Chichén Itzá— eran niños; muchos de los niños estaban emparentados entre sí y entre ellos había dos pares de gemelos idénticos.

Barquera y algunos colegas compartieron trabajos genéticos previos realizados por otros grupos que indicaban que los antepasados de los mayas se trasladaron por primera vez a la región hace unos 9000 años. En conjunto, el trabajo genético sugiere que la gran población de la península experimentó pocas migraciones o intercambios genéticos desde que los primeros antepasados de los mayas se trasladaron a la zona.