Rumania sorprende con goleada ante Ucrania en la Eurocopa

El conjunto rumano aprovechó los errores de su rival para sumar los tres puntos en su debut.

La selección de Rumania reencontró este lunes la victoria en la fase final de la Eurocopa 24 años después, con un triunfo en Múnich por 3-0 contra Ucrania, a la que primero aplacó y después doblegó con rotundidad, entre dos fallos de Andriy Lunin, sendos tiros lejanos de Nicolas Stanciu y Razvan Marin y el tercer gol dentro del área de Dragus.

El estreno en Alemania 2024 resultó una pesadilla para Lunin, deslumbrante en la Champions League con el Real Madrid, irreconocible en la Eurocopa, con dos errores impropios de su nivel que desataron la vorágine con la que Rumania doblegó a Ucrania de forma concluyente.

La derrota señala a Lunin. Su gesto de frustración, expresivo, delató la mala tarde del guardameta, pero no sólo fue estrictamente suya. También de sus compañeros defensivos, sin atender a lo mínimo indispensable, por ejemplo, en el tercer tanto que lo sentenció todo antes de la hora del duelo. Y de los ofensivos. Ni Dovbyk, ni Tysganovic, ni Mudryk, entre otros, alcanzaron la altura que describen sus cualidades en el momento determinante.

Y su técnico, Rebrov, nunca logró la fórmula para oponerse al acertado plan de Iordanescu. Sí lo hizo Rumania, que no ganaba en la Eurocopa desde el año 2000 (de hecho era su única victoria, por 2-3 ante Inglaterra).

Desde el principio aplacó el ánimo de Ucrania. La esperó, la contuvo y la ganó terreno instante a instante. La controló y provocó sus errores. Al primero más visible, lo aprovechó. El lío lo inició Zabarnyi. Su cesión atrás, con una presión tan encima, no fue una buena idea. La calma con la que se lo tomó aún peor. El fallo, completo, fue de Lunin: despejó fatal.

Su defectuoso derechazo cayó en los pies de Denis Man, que lo cedió de inmediato a Stanciu. Su golpeo fue extraordinario. Por ejecución, potencia, precisión, sorpresa y resolución. Un golazo desde fuera del área, diagonal, a la escuadra, una parábola imposible para el portero del Real Madrid, víctima del error precedente. Porque el tiro era imparable.

En un contragolpe, ya en el segundo tiempo, el balón suelto le quedó a Razvan Marin, que conectó un tiro más que atrapable para Lunin. Debía haber sido suyo. No debía haber sido gol. No lo alcanzó el portero ucraniano, rostro serio, apesadumbrado, demasiado inseguro. Entre ambos goles, su anticipación en un saque de esquina pudo ser otra concesión. El córner directo de Stanciu pegó en el larguero.

Tuvo mérito Rumania para ganarlo, más allá de los fallos ajenos. Rumanía siempre la sujetó muy bien. Consciente de la amenaza que suponen futbolistas como Dovbyk, Tsygankov o Mudryk, el equipo rumano trazó un plan táctico, de ayudas, orden y rigurosidad, del que resultó ganador en todo el encuentro. De principio a fin. Cada éxito defensivo fue jaleado por el equipo como un triunfo más en el recorrido hacia la victoria final. Inapelable.

El 3-0, incluso aún antes de la hora de partido, con el desborde sencillo del extremo Man -de los mejores, sino el mejor, del encuentro, con participación en cada uno de los goles- y el remate dentro del área pequeña, solo, sin oposición de Dragus, fue la confirmación absoluta de todo lo que se veía sobre el terreno, sin una sola ocasión de verdad de Ucrania, contra las cuerdas en el grupo E, devorada por la exigencia de la Eurocopa y dos fallos de Lunin.