El triunfo de Claudia Sheinbaum en las elecciones presidenciales mexicanas plantea una pregunta clásica: ¿Podrá gobernar sin la larga sombra de Andrés Manuel López Obrador? ¿Y en general, es posible ser el delfín de un presidente personalista sin arriesgar la gobernabilidad?
La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia mexicana era una apuesta segura. La candidata oficialista obtuvo más apoyo en las elecciones (al menos 58% de los votos) que su antecesor Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ostentaba la distinción de ser el presidente más votado de la historia de México. Ya despejado el nivel de apoyo popular que Sheinbaum es capaz de despertar, sigue orbitando la incertidumbre sobre si ella podrá romper con su mentor una vez asuma el cargo el próximo 1 de octubre. Algo que para nada resulta extraño en la tradición política latinoamericana, una región plagada de delfines políticos.
El año pasado, AMLO no tuvo reparos en dejar a Sheinbaum el liderazgo del partido oficialista Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), a quien entregó un bastón de mando simbólico mientras le alzaba el brazo para que nadie dudara de que la entonces candidata era su delfín político. Ahora, ya con la seguridad de su mandato, hay quienes esperan que la presidente electa siga la línea de López Obrador durante los próximos seis años. Pero hay pequeñas señales de que quizás Sheinbaum quiera dejar su huella y trascender como algo más que la heredera de AMLO.
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Ella sabe que, para bien o para mal, la figura de su antecesor ejerció una fuerte influencia en su candidatura y que algunos creen que lo seguirá haciendo en su mandato. En respuesta, ella afirmó que son diferentes y que está “muy segura” de sí misma. Hasta lo tomó con cierto humor, al bromear durante una conferencia de prensa que existe “esta idea de que yo no tengo personalidad, que a mí me dice Andrés Manuel López Obrador todo lo que tengo que hacer, que cuando llegue a la presidencia me va a estar llamando todos los días por teléfono. Y yo digo, bueno, quizás en mi tesis de licenciatura de Física estaba detrás el presidente López Obrador dictándome las fórmulas, o en la tesis de maestría o en la de doctorado”.
Al menos en políticas energéticas podría haber una diferencia en la forma de asumir los compromisos. AMLO auxilió a la estatal petrolera Pemex de su crisis financiera e impulsó la producción petrolera para dirigirla al mercado interno, en lugar de exportarla. Esto provocó un frenazo en la transición hacia energías renovables, un asunto que para la nueva presidenta es un punto de honor.
Sheinbaum es una luchadora contra el cambio climático y, de hecho, participó en el equipo de 600 investigadores del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) que en 2007 recibió el Premio Nobel de la Paz. Ante el temor por el futuro de Pemex, considerada la industria de su tipo más endeudada del mundo, Sheinbaum tranquilizó a los inversionistas y dijo que mantendría el plan de reestructuración de su deuda. Pero la presidenta electa destacó que promovería las energías renovables, una transición que AMLO llegó a calificar de prematura para la realidad mexicana.
Según algunos analistas, Sheinbaum mostró que marcará su propio camino en el primer debate presidencial, cuando habló de su jefatura en la Ciudad de México y no defendió de manera explícita ni la gestión ni la figura de AMLO. Sin embargo, Rodrigo Castro Cornejo, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Massachusetts-Lowell, recuerda que después del debate un medio de comunicación muy oficialista envió un claro mensaje a la candidata de que había que defender más al presidente saliente, y ya para el segundo y tercer debate se vio a una Sheinbaum más combativa y defensora de AMLO. “Si Claudia Sheinbaum empieza a tener su propia vida partidista, política, si su agenda de política pública es un poco distinta a López Obrador, pues le van a mandar recordatorios implícitos y quizás explícitos”, vislumbra el analista político.
Sheinbaum es una luchadora contra el cambio climático y, de hecho, participó en el equipo de 600 investigadores del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) que en 2007 recibió el Premio Nobel de la Paz. Ante el temor por el futuro de Pemex, considerada la industria de su tipo más endeudada del mundo, Sheinbaum tranquilizó a los inversionistas y dijo que mantendría el plan de reestructuración de su deuda. Pero la presidenta electa destacó que promovería las energías renovables, una transición que AMLO llegó a calificar de prematura para la realidad mexicana.
Según algunos analistas, Sheinbaum mostró que marcará su propio camino en el primer debate presidencial, cuando habló de su jefatura en la Ciudad de México y no defendió de manera explícita ni la gestión ni la figura de AMLO. Sin embargo, Rodrigo Castro Cornejo, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Massachusetts-Lowell, recuerda que después del debate un medio de comunicación muy oficialista envió un claro mensaje a la candidata de que había que defender más al presidente saliente, y ya para el segundo y tercer debate se vio a una Sheinbaum más combativa y defensora de AMLO. “Si Claudia Sheinbaum empieza a tener su propia vida partidista, política, si su agenda de política pública es un poco distinta a López Obrador, pues le van a mandar recordatorios implícitos y quizás explícitos”, vislumbra el analista político.
De allí que algunos expertos crean que ese alejamiento no ocurrirá de la noche a la mañana y que será tan progresivo como deba ser para mantener el apoyo político y popular. Arnoldo Cuéllar, director y fundador del Laboratorio de Periodismo y Opinión Pública (PopLab), explica a CONNECTAS que Sheinbaum deberá primero mantener una buena relación con los funcionarios y gobernadores que hereda, así como con el poder militar que AMLO fortaleció. “Creo que tendremos que esperar por lo menos hasta la mitad de este sexenio, tres años más, que ocurra una elección intermedia y, dependiendo de lo que ahí pase, podremos ver a la verdadera Claudia Sheinbaum”, resalta. En todo caso, el director de PopLab considera que su cercanía o no con AMLO se verá en gran medida en quienes conformarán su gabinete, es decir, “cuántos repiten y qué nuevos cuadros llegan”.
Sheinbaum no luce como un personaje frágil. Al contrario. Con fama de tener un carácter fuerte, todavía falta camino por andar para saber si ese temple le ayudará a enfrentarse a López Obrador, en caso de que el mandatario saliente no le dé suficiente aire para gobernar. Pero Cuéllar sí tiene bien claro que Sheinbaum, a mediano plazo, no será una figura de confrontación ni de políticas radicales como su antecesor.
AMLO ha confirmado varias veces que se retirará cuando entregue el poder. “Me voy a retirar con muchísima satisfacción. Voy a poder decir, cuando le entregue la banda a Claudia ‘misión cumplida’ y jubilarme. Y que quede claro: terminado mi mandato, me jubilo y no vuelvo a participar en ninguna actividad pública política, ni asistiré a ninguna conferencia, no voy a asistir a ningún acto académico, no voy a asistir a ningún acto político. Ya terminó, está por concluir mi ciclo”, dijo López Obrador al día siguiente de conocerse el triunfo de Sheinbaum.
América Latina, tierra de delfines
Pero ¿por qué esa tendencia a nombrar herederos políticos en América Latina? Hay varios factores, pero dependen mucho de la realidad de cada país. Los expertos consideran que esa práctica es habitual en mandatarios muy personalistas y también en regímenes con altos niveles de clientelismo. Javier Corrales, profesor de Ciencias Políticas y estudioso del populismo, dijo en
Una columna en The New York Times que se ha vuelto normal que los presidentes impulsen a sus sustitutos y que se trata de “una forma extraña de caudillismo, o política del hombre fuerte, combinada con continuismo, o continuidad de linaje, pensada para mantener a los rivales al margen”.
En un lapso de 14 años al menos ocho presidentes latinoamericanos ganaron en las urnas con el espaldarazo político de sus antecesores y, aunque el fenómeno parece muy enraizado en el subcontinente, existe en varias partes del mundo. El experto Andrés Malamud señala que designar al sucesor político no es una práctica específica de América Latina: las dinastías políticas existen incluso en los países desarrollados. Pero no son equiparables al “dedazo” latinoamericano, que es la decisión del presidente de imponer un candidato de su partido político y apoyarlo con toda la fuerza del Estado durante toda la campaña electoral. Castro Cornejo coincide con Malamud y explica que los regímenes presidencialistas, imperantes en América Latina, exacerban este escenario en el que el presidente de turno acaba por nombrar a sus sucesores.
El caso mexicano es el más actual en una región en la que los ejemplos recientes sobran: en Argentina, Cristina Fernández de Kirchner con Alberto Fernández; en Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva con Dilma Rousseff, en Paraguay, Horacio Cartes con Mario Abdo y también con Santiago Peña; en Ecuador, Rafael Correa con Lenín Moreno; en Venezuela, Hugo Chávez con Nicolás Maduro, en Bolivia, Evo Morales con Luis Arce y, en Colombia, Álvaro Uribe con Juan Manuel Santos, entre otros.
Algunos de esos delfines se convirtieron en seguidores incondicionales de las políticas de sus mentores y otros tomaron su camino, en medio de enfrentamientos casi personales. De ahí la curiosidad sobre cómo se relacionarán AMLO y Sheinbaum. Como dijo la analista boliviana Erika Brockman, “no sé si él le va a poder transferir toda su popularidad a ella de una manera contundente. Vamos a ver si AMLO realmente se retira a sus cuarteles de invierno político y la deja gobernar, o si entra en lo que hemos vivido en Bolivia, que es un bicefalismo del poder con consecuencias muy severas”, explico a CONNECTAS.
Brockman, cuando fue legisladora, vivió el comienzo del enfrentamiento de Morales con Arce cuando este ganó las elecciones presidenciales en 2020 tras ser ungido por el expresidente como su heredero político. Había sido ministro de Finanzas en dos ocasiones durante el mandato del líder indígena, quien salió de la presidencia en medio de una fuerte crisis política debido a denuncias de fraude electoral. Pero cuando Arce llegó al poder –en sustitución de Jeanine Añez, hoy detenida– su lealtad hacia Morales no se materializó. Hubo continuidad en muchas de las políticas, pero el actual presidente marcó una distancia tan grande con su padrino, que hoy el partido de ambos (MAS) muestra una profunda división que ha complicado la gobernabilidad. La experta por otra parte relativiza las similitudes entre el caso Morales-Arce y el de AMLO-Sheinbaum porque la manzana de la discordia en Bolivia es la reelección y en México está prohibida.
En ocasiones, sí es posible romper con el padrino político sin terminar en una crisis de gobernabilidad como la boliviana. Las académicas Caitlin Andrews-Lee y Laura Gamboa investigaron los factores que permiten que un delfín político suelte el lastre de su padrino, y encontraron que se trata de una estrategia muy bien medida. “Hacerlo requiere que el sucesor participe en un proceso secuencial y altamente estratégico, que denominamos caminar sobre la cuerda floja, en el que el nuevo líder obtiene el respaldo de su predecesor para ganar el cargo, expande su coalición incorporando nuevos aliados fuera de la base de su predecesor, y reforma las políticas y la narrativa de su antecesor que resultan insostenibles”, explicaron en su investigación “Cuando prosperan los sucesores elegidos por líderes carismáticos: el sorprendente éxito de Juan Manuel Santos en Colombia”.
Santos fue el delfín político de Álvaro Uribe y, según las investigadoras, logró un mecanismo “raro, pero importante” de ruptura, al desafiar a su antecesor desde el propio partido. Andrews-Lee y Gamboa aseguran que, con ello, el expresidente se convirtió en un líder notablemente eficaz que revirtió la erosión democrática, además de supervisar el histórico acuerdo de paz de 2016 entre el gobierno colombiano y el grupo guerrillero FARC-EP.
Todavía no está claro si Sheinbaum tiene en marcha un plan similar para romper con AMLO, aunque justo antes de las elecciones del 2 de junio hizo una jugada estratégica para ampliar su base de apoyo electoral. Aceptó sumar a su campaña a la excandidata a la gubernatura del Estado de México, Alejandra del Moral, quien ese mismo día anunció su renuncia al PRI, el histórico partido que gobernó México durante décadas y que no para de perder militantes. Entre esas salidas del PRI que ganó el partido Morena están los miembros del Grupo Atlacomulco, una alianza de antiguos dirigentes priistas de mucho poder y apoyos que ahora están del lado de Sheinbaum.
Por el momento, la presidenta electa de México lo tiene todo para gobernar: un buen padrino político, una innegable mayoría en el Congreso para pasar las reformas pendientes del plan Cuarta Transformación (4T) y también un altísimo apoyo popular que la convirtió en la persona más votada por la presidencia en la historia de México. Pero “López Obrador es un animal político que lleva casi 25 años dominando a la izquierda partidista. Vamos a ver qué tanto se aleja del poder político formal”, puntualiza Castro Cornejo.