La ciencia, como uno de los más bellos artificios de la mente humana, se constituye no solo como una actividad humana creativa sino también como una herramienta poderosa para para adaptarse, los seres humanos, ante los elementos naturales y sus cambios y desafíos. Por esa razón y ante el boom científico de las recientes décadas. Sin duda la lección de la historia en el siglo XX versa en torno a como ciertas naciones apoyaron decididamente el presupuesto en ciencia y tecnología logrando espectaculares avances económicos e industriales, por ejemplo, los llamados tigres asiáticos (Corea del Sur, Taiwan, etc) que después de tener economías devastadas después de la segunda guerra mundial están considerados actualmente entre las principales potencias técnicas. La lección es clara: la ciencia es una palanca importantísima del desarrollo de las naciones. En el caso de naciones estados los gobiernos rigen la política científica, asignando prioridades en función de sus planes de desarrollo, esa es lo que se puede llamar ciencia dirigida o con un objetivo estratégico nacional. Sin embargo, ante problemas emergentes, por ejemplo, los ambientales, la ciencia dirigida es lenta en su accionar.
Otra ciencia es posible y de hecho actúa ya en territorio. La ciencia ciudadana se define como la producción científica ejecutada por ciudadanos y científicos en conjunto. Se refiere a la participación voluntaria del ciudadano común. Se generan datos a partir de sus interacciones sociales y con el medio ambiente. A lo ancho del globo los tomadores de decisiones (tanto desde el gobierno como desde grupos organizados de ciudadanos) consideran el uso de ciudadanos voluntarios para monitorear y administrar los recursos naturales, rastrear especies en riesgo y conservar áreas protegidas. Desde el observatorio del sargazo en las playas de la Riviera Maya hasta el monitoreo de contaminación en cuerpos de agua de Quintana Roo o la recuperación de la soberanía alimentaria en Yucatán.
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La ciencia ciudadana es investigación del tipo acción participativa, es decir es la participación social pero aplicado a la investigación científica. Por otra parte, la participación social ambiental se concibe como la intervención de la gente (ciudadanos) en la toma de decisiones acerca de los recursos naturales y las acciones que tienen un efecto en el ecosistema. La participación es un fenómeno social relacionado con el desarrollo económico, cultural y político alcanzado por la sociedad, así como con las necesidades e incentivos de los diversos grupos y sectores que la conforman para preservar el entorno natural. En general, es un fenómeno de contenido y orientación muy humano, que involucra capacidades, circunstancias, oportunidades y motivaciones para respetar a la naturaleza y lograr mantener en homeostasis (equilibrio) el ecosistema.
A pesar de que la ciencia ciudadana exhibe participación social de gran magnitud es necesario en los procesos de investigación incorporar, constantemente y sin jerarquías artificiales desde la clase social o grupos de poder, el conocimiento de todos aquellos afectados ambientales y en general todos aquellos que presentan un interés en el tema. Es ese el gran desafío de una sociedad que tiende la información como vía de desarrollo.