Reflexiones Buena Nueva

La Santísima Trinidad – Ciclo B (Mateo 28,16-20) – mayo 26, 2024
Deuteronomio 4,32-34.39-40; Salmo 32; Romanos 8, 14-17

Reflexiones Buena Nueva

Hoy, en la solemnidad de La Santísima Trinidad, estamos invitados a profundizar en el misterio de amor…

Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:

—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo:

—Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Reflexión:

¿Dónde encuentro a la Santísima Trinidad?

Para contemplar el misterio de la Santísima Trinidad, hay que centrarse en la experiencia personal y directa con Dios, que nos invita a entrar en una relación íntima y dinámica con cada una de las Personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Contemplar la Trinidad, comienza con la consideración de Dios Padre, el creador amoroso que nos llama a la existencia. San Ignacio de Loyol nos enseña a reconocer la grandeza y la bondad de Dios Padre en la creación, invitándonos a una respuesta de alabanza y gratitud. En esta contemplación, nos damos cuenta de que todo lo que somos y tenemos es un don del Padre, quien nos sostiene continuamente con su amor providente.

El Hijo, Jesucristo, es el rostro visible del amor de Dios. En la espiritualidad ignaciana, se nos anima a meditar profundamente sobre la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, identificándonos con Él y siguiendo sus pasos. La Encarnación es un acto supremo de amor y cercanía de Dios con la humanidad. Al contemplar a Jesús, comprendemos el llamado a vivir con humildad, servicio y entrega, transformando nuestro corazón y acciones según su ejemplo.

El Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, es quien nos guía y santifica. En los Ejercicios Espirituales, Ignacio nos invita a discernir la acción del Espíritu en nuestras vidas, buscando su consuelo, iluminación y dirección. El Espíritu Santo nos capacita para vivir como auténticos hijos de Dios, fortaleciendo nuestra fe y ayudándonos a realizar la voluntad del Padre en nuestra vida cotidiana.
La Trinidad, desde la perspectiva ignaciana, no es solo un misterio teológico abstracto, sino una realidad vivida y experimentada. Es una invitación a entrar en la danza divina de amor y comunión. A través de la oración, la contemplación y la acción, nos abrimos a una relación personal y transformadora con cada una de las Personas divinas, permitiendo que su amor nos impulse a amar y servir en nuestro mundo.

En resumen, para tener una profunda vivencia del misterio trinitario, reconocemos al Padre como creador y proveedor, al Hijo como redentor y modelo de vida, y al Espíritu Santo como guía y santificador. Esta relación íntima con la Trinidad nos transforma, llamándonos a ser reflejos vivos de su amor en el mundo, viviendo con gratitud, compromiso y alegría. Que nuestra vida sea una respuesta a este amor trinitario, encontrando a Dios en todas las cosas y sirviendo con un corazón generoso y dispuesto.

PD. Enciende una luz por la Paz. Iluminemos México este 31 de mayo a las 7 p.m., para pedir por unas elecciones libres y pacíficas. #UnaLuzXLaPaz #DiálogoNacionalPorLapaz (https://bit.ly/UnaLuzporlaPazMX)

¿Cómo experimentar a Dios Padre en mi vida?… ¿Cómo conocer internamente al Hijo, a Jesús?… ¿Cómo dejarme guiar e impulsar el Espíritu Santo?

Alfredo Aguilar Pelayo
alfredo@ccrrsj.org

RecursosParaVivirMejor

www.ccrrsj.org

Para profundizar, leer aquí.
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP