El Síndrome de Down es una de las condiciones genéticas más comunes a nivel mundial. Entre las diversas enfermedades asociadas, la catarata emerge como una de las más prevalentes.
Esta patología ocular puede manifestarse en edades tempranas y avanzar con rapidez en comparación con la población general, lo que resalta la importancia de la detección precoz y el tratamiento oportuno para preservar la salud visual de estas personas.
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Esta condición suele caracterizarse por una determinada apariencia facial, baja estatura, discapacidad intelectual y anomalías cardíacas, afectando a 1 de cada 650 a 700 niños nacidos.
Los niños con Síndrome de Down tienen un mayor riesgo de padecer trastornos oftalmológicos.
Los síntomas pueden variar según la gravedad de la condición. Entre los más comunes incluyen:
Opacidad del cristalino: Las cataratas se manifiestan como opacidades en el cristalino del ojo, lo que puede afectar la visión de la persona. Estas opacidades pueden ser de diferentes tipos, como cataratas totales en recién nacidos o cataratas corticales en la infancia.
Dificultad para ver: Las personas con cataratas pueden experimentar dificultades para ver con claridad. La visión puede volverse borrosa o nublada, lo que dificulta la realización de tareas cotidianas como leer o reconocer rostros.
Sensibilidad a la luz: La presencia de cataratas puede aumentar la sensibilidad a la luz en las personas afectadas. Esto puede provocar molestias o dificultades para ver en ambientes muy iluminados o al exponerse a la luz directa del sol.
Cambios en el color de la visión: Las cataratas pueden alterar la percepción del color. Los colores pueden parecer desvanecidos o amarillentos debido a la opacidad del cristalino.
Problemas con la visión nocturna: Las cataratas pueden dificultar la visión en condiciones de poca luz, como durante la noche o en ambientes oscuros. Esto puede dificultar la movilidad y aumentar el riesgo de caídas o lesiones en niños.