La contaminación ambiental es uno de los problemas de salud pública más importantes en el mundo. De acuerdo con datos de la Comisión Ambiental de la Megalópolis en 2018, siete millones de muertes a nivel mundial estuvieron relacionadas directamente a la calidad del aire que respiramos.
La contaminación del aire es un fenómeno generado en su gran mayoría por el ser humano, y está estrechamente ligada al funcionamiento de la industria, la actividad agrícola y los medios de transporte a nivel mundial. Con ello se elevan los niveles de moléculas de monóxido y dióxido de carbono, óxido de nitrógeno, dióxido de azufre, compuestos orgánicos volátiles, dióxido de nitrógeno y el ozono, asociados a procesos de combustión. El incremento de estos contaminantes en el ambiente se relaciona con el aumento de pacientes que desarrollan enfermedades crónico-degenerativas. Las propiedades fisicoquímicas de los contaminantes que se encuentran en el aire, como tamaño, estructura, composición química, reactividad y solubilidad, así como la capacidad de ingresar a la célula, determinan su impacto en la salud.
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La acumulación de moléculas dentro del organismo con capacidad de generar un daño celular oxidante y la incapacidad de los sistemas antioxidantes del cuerpo para contrarrestar estos estímulos, conlleva a la pérdida del equilibrio entre reacciones de oxidación y reducción, lo que produce un estado de estrés oxidativo.
El estrés oxidativo puede ocasionar la oxidación de lípidos, ADN y proteínas así como generar fallas en el metabolismo por deficiencia de trifosfato de adenosina (ATP), que funciona como la moneda energética del cuerpo. Hoy se sabe que estas daños a diferentes estructuras celulares son factores clave en el desarrollo de enfermedades crónico-degenerativas, como enfermedades autoinmunes, cáncer, enfermedades cardíacas y diabetes tipo 2. También se sabe que el estrés oxidativo también juega un papel crucial en el desarrollo de trastornos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Huntington y otros procesos cerebrales que relacionamos con el envejecimiento.
Las dietas altas en calorías y la falta de actividad física también aportan mucho para esta condición. Los alimentos ricos en azúcares son utilizados para generar una gran cantidad de ATP, de forma colateral provocan que se incrementen los niveles de especies oxidantes al interior de la célula como parte de su metabolismo. Además, a partir del exceso de alimento y la ingesta de bebidas y alimentos con alto contenido de azúcares, se inicia la síntesis de macromoléculas para el almacenamiento de energía como el glucógeno y los ácidos grasos en diferentes órganos como el hígado, músculo y tejido adiposo, estos mecanismos constan de una serie de reacciones que requieren ATP. Con el almacenamiento excesivo de estas moléculas al interior de la célula se generan señales pro-inflamatorias y se origina el reclutamiento persistente de células del sistema inmune, dando lugar a un estado de inflamación crónico que genera daños celulares y tisulares.
La contaminación atmosférica uno de los más importantes riesgos para la salud a nivel mundial, y el problema se agudiza en sitios altamente urbanizados e industrializados.
También, la prevalencia de enfermedades metabólicas se ha incrementado de forma sustancial en las últimas décadas y las proyecciones apuntan a que sigan aumentando en el corto y mediano plazos. La dieta y el ejercicio son factores importantes para no padecerlas, aunque también se están investigando otros estímulos que puedan ser un factor de riesgo a los desórdenes metabólicos como los contaminantes ambientales, el estrés mental y emocional, problemas psicológicos, variables culturales y socioeconómicas, infecciones crónicas de bajo impacto, etc. En ese sentido, adquiere importancia el estudio los contaminantes que existen en el aire como el ozono, los cuales generan moléculas que tienen un alto potencial de oxidación.
Se puede contribuir a mejorar la calidad del aire de nuestro entorno con medidas como reducir el uso del auto, usar el transporte público, evitar la quema basura, pirotecnia o fogatas y el uso de tecnologías que sean amigables con el ambiente, además de procurar rutinas de ejercicio, buenos hábitos de alimentación y descanso suficiente como parte del cuidado personal de nuestra salud (Dr. Alfredo Miranda-Martínez recibe apoyo posdoctoral del Conahcyt CVU 385286)