Tiempo de Rendir Cuentas: El Veredicto Ciudadano ante un Alcalde que Busca Reelección

Por: Joel de Alba

En la vorágine política de nuestra ciudad, nos encontramos una vez más en la encrucijada del juicio público, un momento cívico en el que cada ciudadano es juez, fiscal y jurado.

Enrique Galindo, cuya campaña de reelección ya despliega su caleidoscopio de promesas, propuestas, y todo lo que ha dejado de hacer en nuestro municipio.

San Luis Potosí sin agua, la Presa el Realito con fisuras, la Presa San José con daños en la cortina y llena de lirio, pozos con afecciones graves que dejan sin el vital líquido a muchas colonias y escuchamos al Alcalde Galindo decir “Que no hay dinero, para las reparaciones”.

El encargado de Palacio, hoy anda más en campaña electorera, que trabajando por el municipio, anda pidiendo voto a la ciudadanía, y no hay agua potable en las llaves.

Llevar agua en pipas, no es cumplir al ciudadano, tener redes funcionales, drenajes en buen estado, pozos en función y mantenimiento, saneamiento, es otra cosa.

En medio de una crisis económica que ha afectado a tantas familias en San Luis Potosí, el contraste entre las decisiones de las autoridades locales y las necesidades de la población no podría ser más evidente.

Mientras muchos luchan por llegar a fin de mes, se tiene encima los aumentos en los impuestos municipales, como los aprobados en 2023, tales como el predial en un 19%, y, para agregar insulto a la lesión, viajes al extranjero del alcalde Enrique Galindo a Nueva York, Los Ángeles, Venecia, España y Ciudad de México, viajes que son pagados, con nada más y nada menos, que con esos impuestos que pagamos los potosinos.

Nos dice a los potosinos, que no hay dinero, pero si vemos inundado el internet, y cantidad de sitios llenos de publicidad, la pregunta aquí, justo cuando se termina de redactar esta columna, ¿Cuánto se ha gastado el alcalde Galindo, intentando posicionarse en las encuestas, en la élite potosina, y buscando su reelección?

Ahora, con la sombra de la reelección acechando, con nuestros impuestos y recaudaciones, nuestra ciudad se encuentra en una bifurcación de caminos. El alcalde se presenta de nuevo, ofreciendo un futuro remodelado, pese a que el edificio de su palabra pasada muestra grietas evidentes. Convoca al electorado a depositar nuevamente su confianza en su gestión, casi como un acto de fe, una apuesta a la esperanza más que a los resultados.

Queda en las manos de los ciudadanos, en su memoria y en su esperanza, la decisión: ¿continuaremos el viaje en este navío que ha demostrado no estar a la altura de las tormentas pasadas, o es tiempo de buscar un nuevo capitán para este viaje?

En una época donde el poder del sufragio es tanto un derecho como una responsabilidad, el alcalde que busca la reelección no solo debe enfrentar a sus oponentes, sino también el juicio sin tapujos de su flamante y más implacable contrincante: un pueblo que exige y merece más que promesas, que reclama acciones y resultados tangibles.

A medida que el ciclo electoral despierta, el eco de las palabras del alcalde resuena en el espacio público, compitiendo con la narrativa de una realidad que todos vivimos día a día. Se presenta entonces el desafío de discernir, de elegir y, sobre todo, de decidir el rumbo al que queremos que nuestras esperanzas, esfuerzos y sueños sean conducidos. Y en este veredicto, cada ciudadano tiene la última palabra.