VI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 40-45) – febrero 11, 2024
En este domingo, seguimos contemplando como Jesús, sigue sanando a enfermos y excluidos; termina la primera etapa del tiempo ordinario, al que volveremos después de la Pascua.
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Evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Reflexión:
¿Qué necesito me sea curado?
En este pasaje del evangelio (continuación del domingo anterior), vemos como Jesús presta atención a quién lo busca. Cada uno de nosotros tiene “algo” que necesita ser curado o sanado; son esas “manchas escamosas o una mancha blanca y brillante, síntomas de lepra…” (Lev 13, 1-2) las cuales podrían representar hoy, nuestros desaciertos (fallas o pecados), vicios descontrolados, heridas que tenemos en el corazón o incluso las etiquetas que nos ponen por pensar y actuar diferente, que de una u otra manera nos separan y excluyen de la comunidad e impiden que tengamos una vida digna.
Miremos las actitudes de Jesús: escucha la súplica… tiene compasión por el que sufre… se acerca y lo toca… y ocurre el milagro (del latín mirus (maravilloso) y oculus (ojo), este término significa, literalmente, “lo que es maravilloso a los ojos”) … lo sana, le da nueva vida, lo reincorpora a la comunidad.
Jesús puede hacer milagros en cada uno de nosotros, pero, primero hay que reconocer lo que tiene que ser sanado en mí; luego, con fe, acercarme a Jesús, y como el leproso, decirle “Si tú quieres, puedes curarme”.
Lo que hace Jesús, no es para lucirse o ser popular, es para regresarnos la dignidad, reintegrarnos a la sociedad y que podamos vivir fraternamente en ella; esa es su buena noticia, el milagro, de Jesús.
Al experimentar la cercanía de Jesús, en nuestra vida, como el leproso, no podremos quedárnoslo solo para nosotros, lo “compartiremos”, “divulgaremos” y como Pablo diremos, “sin buscar mi propio interés, sino el de los demás, para que se salven. Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo” (1 Cor 10,31-11,1).
PD. El próximo miércoles comienza la Cuaresma, tiempo de preparación espiritual para contemplar al Resucitado y restaurar nuestras vidas. Abrirnos a la alegría y esperanza que remueve las piedras del sepulcro. ¡Contemplar a Jesús vivo en los demás! Compartimos un itinerario de oración diaria para vivirla, aquí: https://bit.ly/LecturaOranteDiaria
¿Qué milagros he experimentado en mi vida?… ¿Quiénes son los excluidos (leprosos) en mi comunidad?… ¿Cómo hacer “milagros” como Jesús?
Alfredo Aguilar Pelayo
alfredo@ccrrsj.org
RecursosParaVivirMejor
www.ccrrsj.org
Para profundizar, leer aquí.
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP