Córdova, el Plan B de la oposición, borra a Xóchitl

Justo cuando comenzaron a decir que la candidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz había reencontrado su discurso propio por encima de las pugnas e intereses de los partidos que la patrocinan, la derecha social y empresarial introdujo un factor de distracción disruptiva: la figura neurótica política del exconsejero presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello.

El posicionamiento de Córdova como orador único en el mitin del 18 de febrero le quitará reflectores a la candidata Gálvez Ruiz durante un mes y el discurso de cierre de campaña de Xóchitl del pasado fin de semana que había entusiasmado a la élite intelectual que la había saludado como Santa Evita opositora se perderá en la neurastenia del micrófono mediático de Córdova.

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El eje político-ideológico del discurso de Córdova es previsible: alertar la configuración de un modelo de dictadura personal y centralista del presidente López Obrador a través de su candidata Claudia Sheinbaum Pardo, a partir del adelanto presidencial de la agenda legislativa que estaría buscando el apoyo popular en las elecciones para la construcción de una mayoría calificada de 67% de legisladores entre Morena y sus aliados para modificar la Constitución sin negociaciones con la oposición.

Ante la incapacidad y falta de imagen y fuerza personal de Xóchitl Gálvez Ruiz, el ala radical de Claudio X. González decidió desplazar a los partidos de oposición que presentarán candidaturas al congreso y echó mano de Córdova –con sus escuderos hoy en espacios mediáticos muy limitados y prácticamente invisibles: Ciro Murayama Rendón y Edmundo Jacobo Molina– para que defina la bandera de campaña de todo el bloque opositor en función de caracterizar la propuesta político-electoral del presidente López Obrador como la de una dictadura.

El primer enredo de Córdova está en el uso de los conceptos. Córdoba no podrá fundamentar la propuesta presidencial como dictadura si la agenda presidencial está convocando el apoyo de la sociedad a través del voto en las elecciones del 3 de junio. Si acaso el presidente López Obrador logrará la mayoría calificada con votos a favor de su partido y aliados, en realidad no estaríamos frente a una dictadura sino en medio de un proceso de realineación democrático-electoral de los ciudadanos.

Lopezobradorizado, Córdova ya perfiló su modelo: del Estado soy yo que dice que es López Obrador, Córdova perfila su propio enfoque dictatorial:  la democracia soy yo, sólo yo y nadie más que yo.

El discurso antidictatorial de Córdova sólo funciona en el escenario electoral de una minoría que desde ahora parece estar preocupada por la imposibilidad político-electoral de obtener los votos necesarios para un gelatinoso y fragmentado bloque opositor: una derecha empresarial neoliberal salinista que ya le quitó la definición del proyecto a la candidata Gálvez Ruiz, tres partidos opositores que parecen tener la certeza de que no ganarán las presidenciales y centrarán su disputa en las elecciones de diputados y senadores y una amalgama líquida de grupos sociales manipulados por los intereses de exmilitantes del PRI, el PAN y el PRD que no encontraron espacios en candidaturas legislativas en sus partidos.

En este contexto, la jugada estratégica de poner a Córdova por encima de Xóchitl y la alianza PRIANREDE tiene un objetivo más terrenal que el esotérico de decir que el presidente López Obrador y Morena preparan una dictadura institucional basada en la competencia democrática en las urnas: relanzar a la sociedad no partidista –aunque formada también por destripados de otros partidos– en el reacomodo de las posiciones legislativas que van asociadas a la elección presidencial; es decir, utilizar al exconsejero presidente del INE como el dirigente de una tribu opositora que buscará candidaturas legislativas que los tres partidos ya se repartieron en función de los intereses oligárquicos de sus dirigentes.

El posicionamiento de Córdova como representante de la sociedad no partidista solo estaría reflejando la debilidad de la coalición opositora, le quitaría a Xóchitl el liderazgo natural de su candidatura y le impondría a la candidata Gálvez Ruiz el discurso ultraconservador de un modelo económico-político de restauración del neoliberalismo salvaje que instauró Salinas en 1979-1994 y se mantuvo a través de los Chicago boys mexicanos que controlaron la Secretaría de Hacienda y el modelo económico en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto.

De ahí que el discurso de Córdova y el subsector del señor X. va a convertirse en un factor de mayor desarticulación del bloque opositor y en un debilitamiento de la candidatura de Xóchitl Gálvez Ruiz.

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Política para dummies: la política es una competencia de regatas impulsadas por el viento.

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