Callum Smith es un entusiasta irredento como cualquier pugilista. Y el deporte que practica desde hace 24 años, rico en resultados sorpresivos en grandes contiendas, le da razones para sostener su alborozo.
Sin embargo, la misión que tendrá ante sí este sábado en el Centre Videotron de Quebec, en Canadá, será un desafío a su optimismo: intentará arrebatar los títulos de la división mediopesado del Consejo Mundial de Boxeo, la Federación Internacional de Boxeo y la Organización Mundial de Boxeo a Artur Beterbiev, un hombre que noqueó a todos los rivales que osaron compartir un cuadrilátero con él.
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Ningún otro campeón mundial profesional puede jactarse de haber hecho estéril el trabajo de los jueces en cada una de sus presentaciones, en las que todos sus oponentes, con mayor o menor tenacidad, terminaron agitando la bandera blanca antes de completar la extensión pactada.
Algunos fueron rivales de ocasión, pero otros fueron contendientes probados como los cuatro campeones o excampeones mundiales que lo enfrentaron: el británico Joe Smith, el estadounidense Tavoris Cloud, el ucraniano Oleksandr Gvozdyk y el español Gabriel Campillo. Para todos el desenlace fue idéntico.
Si bien su récord impresiona, el púgil nacido en Khasavyurt, en la República de Daguestán (una de las 22 que integran la Federación Rusa), y avecindado desde hace más de una década en Canadá es más que un pegador inmisericorde: tiene intensidad, buenos fundamentos técnicos, forjados en sus años de amateur (fue campeón mundial aficionado en Milán 2009 y representante olímpico en Beijing 2008 y Londres 2012), y pundonor para superar situaciones difíciles.
Una buena muestra de ello fue su última contienda hace casi un año, el 28 de enero de 2023, ante el británico Anthony Yarde en Wembley: el local lo puso en aprietos y expuso algunas vulnerabilidades del campeón, quien se sobrepuso a la adversidad y terminó imponiéndose por nocaut técnico en el octavo episodio, cuando iba en desventaja en las tarjetas de dos de los tres jueces.