- Las ideas científicas están en constante revisión, por lo que ¿cómo podemos estar seguros de que lo que sabemos ahora es la última verdad?
La historia de la ciencia nos demuestra una y otra vez que aquello que consideramos asentado, aquello que pensamos que es un hecho fundamental, básico, intrínseco al universo, acaba siendo desmantelado por nuevos descubrimientos.
Ha ocurrido varias veces con el tamaño del universo y nuestra posición en él, con las leyes que rigen el propio espacio-tiempo o la energía y ha ocurrido con lo que considerábamos como el elemento más pequeño a partir del cual se formaba todo lo demás.
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En la antigua Grecia creían en los cuatro elementos clásicos. Creían que todo lo que podíamos encontrar en la Tierra estaba en última instancia formado por fuego, aire, agua o tierra.
Unos siglos más tarde nos dimos cuenta de que los “átomos” griegos eran mucho más variados y tomaban formas como el hierro, el oxígeno o el carbono. Pero a finales del siglo XIX descubrimos la existencia del electrón y poco a poco fueron apareciendo cada vez más partículas, como el protón, el fotón, el neutrón e incluso otras más exóticas como el positrón, el muón o el neutrino.
Algunas de esas partículas resultaron ser entes compuestos de otras partículas más pequeñas, otras resultaron ser la antipartícula de otra y un pequeño grupo pareció ser irreducible, indivisible, fundamental.
A día de hoy conocemos 17 tipos de partículas que consideramos fundamentales y que conforman una especie de tabla periódica para el Modelo Estándar de la física de partículas. De entre esas 17 partículas la primera en ser descubierta y probablemente la mejor conocida a día de hoy es el electrón.
Por tanto, si quisiéramos buscar el siguiente nivel de subdivisión, las partículas que componen a las que hoy conocemos como fundamentales, un buen lugar para hacerlo sería el electrón.
Y a pesar de haberlo intentado a día de hoy aún no hemos observado nada que sugiera una cierta estructura interna para el electrón. Pero este razonamiento nos lleva a un bucle que podría no tener fin.
El hecho de que no hayamos observado estructura interna en los electrones no demuestra que esa estructura no exista. Solo demuestra que no resulta visible a los niveles de energía que manejamos en la actualidad.