- El plástico se convirtió en un material de uso frecuente, llegando a ser uno de los productos más producidos en el mundo
Se supone que el agua no debe tener olor ni sabor, pero porqué cuando abro una botella con agua, tiene un sabor y un olor característico a plástico. ¿Esto es normal?, ¿Esto tendrá algún efecto en mi salud?, en este artículo, responderemos estas preguntas con el conocimiento que tenemos hasta la fecha.
El plástico se convirtió en un material de uso frecuente, llegando a ser uno de los productos más producidos en el mundo. Durante 1950 se producían alrededor de 2 millones de toneladas de plástico en el mundo, mientras que en el 2015 se llegó a la cifra de producción de 381 millones de toneladas. De estos, el 50% de los plásticos son desechables o de un solo uso, generando un crecimiento exponencial en la cantidad total de residuos plásticos en el mundo.
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Un problema actual es la disposición final de estos residuos, el cual mediante mecanismos ambientales y procesos de erosión, abrasión, oxidación y descomposición se fraccionan en pequeñas partículas que se distribuyen ampliamente; estos son conocidos
MICROPLÁSTICOS. Los microplásticos son partículas de plástico de tamaño entre 0.001 y 5 mm y los seres vivos estamos expuestos mediante diferentes vías de exposición como la inhalación e ingestión; por su tamaño son capaces de atravesar barreras biológicas llegando a encontrarse en el torrente sanguíneo e inclusive acumularse en tejidos como los pulmones.
Actualmente no es posible realizar una evaluación del riesgo para la salud humana de la contaminación por partículas de plástico debido a la falta de datos sobre el peligro toxicológico y la exposición humana. Sin embargo, estudios analíticos realizados en todo el mundo han establecido riesgos asociados a las partículas de plástico en diversas matrices biológicas. Por ejemplo, se ha identificado la presencia de microplásticos en la placenta, llamada actualmente
PLASTICENTA-. Durante su desarrollo, los fetos se encuentran en continua adaptación con el ambiente materno; varios estudios han propuesto que los microplásticos, una vez que ingresan al sistema respiratorio pueden pasar al torrente sanguíneo y por lo tanto llegar a la placenta y tracto gastrointestinal gracias a la acción de las células M donde se desencadenan mecanismos de endocitosis.
En otras palabras, estas células se “comen” las partículas y las transportan a todo nuestro cuerpo; además, se sugiere que los microplásticos pueden alterar vías de regulación celular en la placenta, señalización del factor de crecimiento durante y después de la implantación.
Adicionalmente, la presencia de microplasticos puede conllevar a efectos adversos en el embarazo como la preclampsia o restricción del crecimiento fetal debido a las alteraciones que se pueden presentar a lo largo del embarazo. Así mismo, diversos plásticos contienen otros compuestos que añaden flexibilidad, conocidos como plastificantes.
Algunos ejemplos incluyen a los ftalatos, epóxidos y bisfenol A, a los que se les ha atribuido actividad endocrina disruptiva (es decir que altera el desarrollo y función de hormonas) afectando de distintas formas a órganos que influyen en la salud reproductiva de todos los seres vivos (fauna y humanos).
Lo más preocupante es que una vez que el microplástico ingresa a nuestro cuerpo, no sabemos a ciencia cierta si lo podemos eliminar y si estos pueden bioacumurlase en nuestros órganos permaneciendo en el cuerpo durante toda nuestra vida representando un riesgo tóxico que aún no se ha definido ni entendido por completo.
Consecuentemente, los microplásticos se están convirtiendo en un problema cada vez más importante, ya que su presencia en el ambiente es cada vez más abundante y actualmente no existen estrategias para su eliminación y mitigación. Por lo que, cuando abras una botella de agua y percibas olor y sabor a plástico, probablemente lo pienses dos veces antes de tomarla.