Aunque había aceptado algunos de los razonamientos de Manuel Camacho Solís para iniciar un acercamiento colaborativo, Luis Donaldo Colosio llegó con sus colaboradores para resumirles la reunión privada entre los dos en casa del político oaxaqueño Luis Martínez Fernández del Campo el 16 de marzo de 1994:
Camacho no tiene remedio –reveló el columnista Federico Arreola, entonces confidente del candidato.
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Pero a pesar del tono arrogante de Camacho en su planteamiento de escenarios políticos, Colosio dejó abierta la puerta para iniciar conversaciones formales de colaboración; el 22 de marzo Camacho declinó cualquier posibilidad de candidatura y aceptó la inevitabilidad de la candidatura de Colosio; y el candidato sonorense, en un lenguaje no rebuscado, dejó entrever que habían llegado a un pacto político: la Secretaría de Gobernación del gabinete colosista para iniciar la reforma democrática que Salinas de Gortari le había negado a Camacho.
Horas después de la aceptación de las candidaturas de Claudia Sheinbaum Pardo y de anunciar su permanencia en Morena, Marcelo Ebrard Casaubón se acamachó: en la conferencia de prensa postergada varias veces como mecanismo de presión hacia la candidata de Morena, Ebrard anunció su tribu morenista y se adelantó siete años a la sucesión presidencial del 2030 que de modo natural le corresponde a la presidenta en turno, dejando entrever que utilizará su presencia en Morena para quitarle a Claudia Sheinbaum, perfilada como ganadora presidencial, la facultad política de designar el método sucesorio y el nombre del sucesor, y autoponerse como candidato morenista adelantado.
Ebrard demostró, varios años después, que no tiene remedio: una cosa es la existencia de mecanismos políticos para la redistribución del poder en el partido gobernante y otra la exhibición del estilo político de Ebrard de pactar una cosa en la que cede cuestiones torales, pero luego desmentirse y dar a conocer que seguirá por el mismo camino que el supuesto pacto habría limitado.
Los comportamientos de Ebrard al mediodía del lunes 13 encendieron las alarmas en el bloque político de López Obrador y en Morena y el martes 14 la respuesta fue contundente: no hay tribus en el partido, le respondió Sheinbaum; y el asesor político lopezobradorista Epigmenio Ibarra fue directo: “así no, Marcelo”. Pero el mensaje más claro, que Ebrard debió haber entendido aún en la obnubilación de su propia inteligencia, fue preciso: al adelantar su agenda tribal para usar a Morena como trampolín para que él y su grupo construyan su candidatura presidencial en 2030, el excanciller fue demasiado ingenuo y obligó a la propia candidata y al presidente del partido a comenzar a disminuir la concesión de posiciones de poder en el legislativo para los ebrardistas.
En efecto, Ebrard no tiene remedio, sólo que con la circunstancia agravante de que López Obrador no es Salinas ni Sheinbaum es Colosio; Camacho supo a aprovechar y ahondar el enfriamiento de relaciones en grado de ruptura entre Colosio y Salinas y metió la cuña de una posición clave para una reforma política que Salinas había bloqueado como presidente y que se había encargado de insistirle a Colosio que no era conveniente en función del fracaso de la transición económico-política de la Unión Soviética de Gorbachov.
Como Camacho en 1994, a Ebrard le están ganando las ganas de ejercer el poder y cometió un error estratégico en adelantar su objetivo de no trabajar para López Obrador, ni para Sheinbaum, ni para el proyecto lopezobradorista el próximo sexenio, sino para sí mismo: exigió posiciones de poder que van a servirle de manera exclusiva a su proyecto de anunciar que le quitará en 2029 el poder a Sheinbaum para que el ebrardismo tenga la candidatura presidencial de Morena.
Si la agenda política de Morena el lunes debió haber sido el acuerdo político con Ebrard y sus seguidores, ahora López Obrador, Sheinbaum y Morena ya tienen claro que Ebrard será una tachuela en el proyecto lopezobradorista. En este contexto habrá que entender los primeros indicios de reducirle las posiciones de poder en el legislativo a los ebrardistas y la colocación de candados políticos para evitar que la tribu de Ebrard en Morena divida el voto en la próxima legislatura porque López Obrador ya definió y adelantó con claridad la búsqueda de la mayoría calificada para un conjunto de reformas políticas con las que no está de acuerdo Ebrard porque romperían, en el sexenio 2030-2036 con su modelo de presidencialismo típicamente priista.
Como Camacho, Ebrard será víctima de su propio estilo personal de ejercer la política desde la arrogancia del poder.
Política para dummies: la política se juega en secreto, no en público.
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