El profesor Necmi Karul muestra a un hombre de piedra, sentado, agarrando su pene con dos manos y un buitre a sus pies, un descubrimiento único que corona quince años de excavaciones arqueológicas.
Esta estatua de piedra de más de 2,30 m de altura, sentada en un banco decorado con un leopardo, fue descubierta en septiembre en el sureste de Turquía, en el corazón de un complejo de una veintena de yacimientos que albergó a miles de humanos en la Edad de Piedra, hace 12 mil años.
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A fuerza de remover la arena amarilla y voltear las piedras calizas de Karahantepe, el profesor Karul, director del departamento de prehistoria de la Universidad de Estambul, se encontró con esta estatua volcada y rota en tres pedazos, cuyos atributos varoniles encontró en medio del pedregal.
Karahantepe, una zona excavada desde 2019, pertenece a la red de yacimientos neolíticos identificados alrededor de la colina de Göbekli Tepe, considerada la “capital” de este conjunto, una especie de Meca visible desde todos los demás asentamientos estudiados por el proyecto Tas Tepe (las Colinas de Piedra).
Para el profesor Karul, que coordina el trabajo de Tas Tepe, estos poblamientos dan testimonio de un “nuevo orden social nacido después de la Edad de Hielo”.
El hombre de piedra yacía en una de las primeras construcciones rectangulares de las que probablemente era un pilar que sostenía el techo de madera.
“Ya habíamos encontrado otros similares, pero esta es la primera vez que encontramos su falo”, dice el arqueólogo que aún espera encontrar una nariz.
Las primeras fotos de la estatua publicadas por el ministerio de Cultura llevaron a la prensa turca a sospechar “censura” por parte de las autoridades, que no quisieron mostrar el sexo.
La función del lugar donde se encontró el hombre de piedra sigue siendo desconocida, al igual que la de la arena principal y las razones de su abandono.
Hay una sala más grande, de 20 metros de diámetro, rodeada de salas más pequeñas, que parecen constituir una especie de ágora, un lugar de reunión al que se accedía por un pasaje reducido, sostenido por un bosque de pilares en forma de falo coronados por una cabeza de hombre tallada en la roca y figuras de animales, como zorros, serpientes y leopardos.
“Los que entraron aquí conocían los símbolos, les contaron una historia. Luego comenzaron a colocar al hombre en el centro de su mundo”, señala el profesor que no encontró figuras femeninas.