¿Procrastinar es realmente tan malo?

El verbo procrastinar significa, en su acepción más escueta, diferir o aplazar. No es ni bueno ni malo. Sin embargo, cuando se utiliza en psicología suele tener una connotación negativa porque describe la tendencia a posponer o retrasar tareas o actividades importantes para realizar otras menos relevantes o más placenteras.

En general, el hecho de procrastinar o dejar algo para más adelante tiene que ver con dos aspectos: “O no quiero hacer eso, o siento que no soy capaz de hacerlo (es demasiado para mí)”. En ambos casos, la procrastinación puede causar sensación de fracaso, irritabilidad o ansiedad, ya que sé que hay algo que tengo pendiente pero no lo estoy haciendo.

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En muchos casos, la procrastinación está vinculada más a aspectos emocionales, cognitivos y psicológicos que a la falta de voluntad de una persona para realizar tareas.

Entre las emociones vinculadas con procrastinar: Ansiedad, Baja autoestima, Dificultad para concentrarse, Falta de motivación intrínseca, Perfeccionismo, Miedo al fracaso, Falta de autodisciplina, o se piensan que son tareas desagradables.

Dejar algo para más adelante no es siempre negativo”, muchas personas tienen grabado a fuego que se trata de algo malo en todas las circunstancias. Ciertas frases hechas, como “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” o “primero el deber y luego el placer”, pueden hacer mucho daño a algunos perfiles de personas.

En especial, hay casos o personas con un nivel de autoexigencia tan elevado que están constantemente cumpliendo con sus obligaciones de manera instantánea, exigente y rígida.

No pueden vivir sabiendo que tienen algo que hacer porque les genera un estrés o una ansiedad insoportables.

Es importante que este tipo de personas se puedan dar permiso para descansar y tener tiempo de ocio, siempre y cuando las tareas que tienen pendientes no sean de extrema urgencia.