La sexualidad forma parte de la naturaleza humana. Por ello, cuando se reprime pueden aparecer consecuencias negativas.
Pero, ¿qué causa la represión sexual? Descúbrelo.
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¿Pensar en sexo, nombrarlo o escuchar hablar del tema te hace sentir incómodo o avergonzado? Los humanos somos seres sexuales; aún así, hay quienes experimentan esas sensaciones desagradables en torno a esta esfera de su identidad. Cuando esto sucede, posiblemente la represión sexual esté haciendo acto de presencia.
Ciertos determinantes sociales y culturales pueden rodear la sexualidad de mitos hasta convertirla en un tema tabú. La vivencia y la expresión sexual comienza a percibirse entonces como algo inaceptable o indeseable, por lo que la persona decide ocultar esos impulsos naturales. ¿Cuáles son las consecuencias? ¿Cómo intervenir?
¿Qué causa la represión sexual?
La represión sexual es la contención de la expresión sexual. Es decir, los pensamientos, las sensaciones y los deseos sexuales se tapan, se ocultan o se ignoran por considerarlos inadecuados y vergonzosos.
Entonces, ¿qué puede llevar a una persona a reprimir esos impulsos naturales? Pues bien, existen múltiples causas que pueden conjugarse para dar origen a este fenómeno.
Algunas de las más comunes son las siguientes:
Los roles tradicionales de género que establecen, culturalmente, que la mujer ha de ser recatada y que el impulso y el deseo sexual son propios del varón.
Determinadas corrientes religiosas que postulan la sexualidad como un asunto pecaminoso, vergonzante y digno de ser castigado.
La educación recibida desde la familia. Y es que en algunos hogares el sexo es considerado un tema tabú y a los menores se les transmiten informaciones y creencias limitantes.
Las experiencias anteriores desempeñan también un papel determinante. Haber experimentado relaciones sexuales abusivas o insatisfactorias puede conducir a la represión sexual.
Posibles consecuencias
La represión sexual puede tener serias consecuencias en la vida de una persona, ya que se está negando una parte fundamental de sí misma.
Con frecuencia, la culpa y la vergüenza acompañan este problema, lo que genera un malestar emocional.
Quien lo sufre puede sentirse bastante incómodo ante cualquier pensamiento o deseo sexual (pese a que estos son naturales), y tiende a castigarse mentalmente o a tratar de modificar esa tendencia.
Por lo mismo, puede surgir baja autoestima, estados depresivos y síntomas de ansiedad. Además, las relaciones sociales (sobre todo las de pareja) se ven muy afectadas, ya que la esfera sexual no se aborda de forma adecuada, ni se disfruta.
También es posible experimentar síntomas como tensión muscular, insomnio y diversos trastornos sexuales como la dispaurenia o la anorgasmia.
El agravante es que no solo afecta a quien lo padece, sino también a terceros.
Por ejemplo, en algunos casos esos impulsos reprimidos terminan manifestándose en forma de abusos o agresiones sexuales hacia otras personas.
Además, puede existir una tendencia a juzgar y condenar a quienes viven una sexualidad más libre y placentera.