En los tiempos del viejo régimen priista, las versiones periodísticas asumieron el modelo de competencia presidencial como de carrera de caballos; hoy podría comenzarse con un nuevo enfoque analítico: el de la carrera de coches, con sus fases de escuderías, definición de pilotos, pruebas una y dos y en varios casos mini carreras sprint.
Pero sea como sea, el asunto es que ya está definida la segunda etapa sucesoria, después de las dos principales precandidaturas: la oficial con Claudia Sheinbaum Pardo y la opositora con Xóchitl Gálvez Ruiz, a la espera de que Marcelo Ebrard Casaubón termine de deshojar la margarita y decida lo que le cause mayor daño a Morena y a López Obrador, aunque colocado en un tercer o cuarto lugar que difícilmente podrá superar por su estilo complicado de decidir en función de daños a sus adversarios y desaprovechando su fuerza propia para construir una opción.
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Las encuestas están sorprendiendo a quienes las usaron en contra de Morena y López Obrador, pero a partir del criterio de que no son resultados oficiales sino tendencias. De todos modos ya se está definiendo la primera pole de salida: Sheinbaum en primer lugar por toda la fuerza del aparato institucional y el mensaje de continuidad, Xóchitl desinflada en sus expectativas porque no pudo asumirse como candidata con fuerza propia y ha sido zarandeada por los intereses de los tres partidos de opositores y los grupos de la derecha que la vieron con optimismo y luego se decepcionaron por la falta de contenido político, colocándola muy por abajo, más del doble, de Morena.
Ebrard está luchando contra sí mismo y sus intenciones de dañar la candidatura de Sheinbaum, pero sin atreverse asumir desde ahora una posición propia como candidatura de opción y a partir de la realidad de que carece de base política, de confianza social y sigue cargando su pertenencia al Gobierno de López Obrador. A Ebrard le están pesando sus oscilaciones de partidos y corrientes y la falta de una organización propia que pudiera convertirse en factor de cohesión de muchas pequeñas fuerzas que quedaron en el desamparo electoral.
El excanciller se está desgastando en una revisión del proceso interno de Morena, pero sin representar corrientes políticas de esa organización y sólo se aferra a, dice, 150 legisladores morenistas que sí lo están estimulando, pero cuyas carreras políticas dependen de la tendencia de votos de Morena y no de la promesa de Ebrard que no podrá cumplirles sus deseos de reelección, por lo que muy pronto tendrán que aclarar sus lealtades en función de quien les garanticen cargos públicos.
Los independientes están construyendo carriles políticos, pero comenzando desde los pits, sin lugar en las filas de la pole de salida, sobre todo porque podrían no estar en condiciones reales de cumplir con el requerimiento de un millón de firmas en medio de una sociedad desorganizada y no militante, aunque el exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz y el candidato ultraderechista Eduardo Verástegui podrían armar bases electorales que le quiten votos sobre todo a Xóchitl Gálvez y Ebrard.
La primera pole de salida debe leerse no en función del posicionamiento privilegiado de Sheinbaum, sino del fracaso de la candidatura de Xóchitl Gálvez, porque entusiasmó a una importante corriente social antilopezobradorista pero ha carecido de una estrategia formal para construir un bloque político-electoral y porque ha sido abandonada por su padrino Claudio X. González y los tres dirigentes de los partidos de oposición.
La candidatura de Xóchitl Gálvez fue personal, coyuntural y reactiva, pero ella misma demostró su incapacidad política al no construir una propuesta, una corriente con estructura propia para imponer la fuerza de su nominación y quedó al garete de una oposición desarticulada, sin un proyecto político-ideológico serio y sólo dependiendo de giras sin sentido político, carentes de trabajos previos para la construcción debates electorales y ajenos a los sectores de los tres partidos de los que dependerá la fuerza de su candidatura.
La carrera de 2024 apenas se encuentra en la configuración de escuderías, con una ya muy formada y sólida (Morena) y la de la oposición todavía sin presentarse con solidez, coherencia y seriedad. Y como las carreras de coches monoplaza, la clave de una victoria se localiza en la conquista de la pole.
Política para dummies: La política se resuelve en los pits.
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