Destrozados, Cándido y su esposa, Inez, probaron de todo, incluido un yeso de cuerpo completo en un intento por lograr que sus extremidades crecieran de forma adecuada. Incluso recurrieron a la crisoterapia o “tratamiento con oro” (inyecciones intramusculares de sales de oro).
La hidroterapia marcó una diferencia en el bienestar del niño y Cándido diseño la J-300, bomba que creaba un remolino de agua tibia similar al del Hubbard y podía acoplarse a una bañera.
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Los primeros modelos tenían varios accesorios de chorro acoplados en la pared, calentadores y filtros de bomba de recirculación, así como escalones antideslizantes y un riel de seguridad opcional.
Y así nació el jacuzzi.
Para la década de 1980, los jacuzzis ya eran reconocidos a nivel mundial. La empresa había inaugurado fábricas en Canadá, México, Brasil, Chile e Italia, así como en Estados Unidos, donde eligieron Lonoke, Arkansas, como su centro de operaciones.
Pero hubo múltiples problemas familiares y adicionalmente, Cándido fue acusado por un gran jurado de Estados Unidos de cinco cargos de evasión de impuestos sobre la renta, huyó primero a Italia en 1969 y luego a América del Sur.
Ken, el niño que lo inspiró todo, sorprendió a los médicos al vivir mucho más allá de los 8 años que le habían pronosticado como edad máxima, aunque quedó en silla de ruedas.
Se casó, obtuvo una maestría en administración de empresas y trabajó durante un tiempo como gerente de Jacuzzi en Italia. Murió en 2017 a los 75 años.
El agua es vida.