Amor y pánico: de qué forma el miedo puede afectar nuestra intimidad

El ataque de pánico es una experiencia desagradable por los síntomas súbitos, inesperados: se siente que se está al borde de la muerte o de la locura: palpitaciones, opresión en medio del pecho, falta de aire, mareos, temblor, sensación de desconexión con un mismo y la realidad, son algunos de los síntomas más frecuentes.

La persona puede referir que existen causas que los desencadenan, sin embargo, muchas veces, actúan como disparadores de una ansiedad que se venía gestando tiempo atrás sin sentirse como tal (ansiedad de base).

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Una de las causas que encienden el pánico son las causas vinculares sexoafectivas, sobre todo los conflictos de pareja, los desengaños, la violencia, y las separaciones.

Las crisis de pánico se acompañan luego de miedo anticipatorio, de alarma por padecer una nueva crisis y, aunque la persona no las repita, el miedo se instala provocando tensión y un estado de alerta constante.

En esta situación subyace un estado de tensión que la vuelve más vulnerable, más susceptible a estímulos que el cerebro interpreta como amenazantes.

Por supuesto, esta actividad es involuntaria, no hay control sobre las reacciones, se viven como irracionales e incontrolables.

Es el Sistema Nervioso Autónomo el que toma el mando de la ansiedad y sus manifestaciones físicas, sobre todo el sistema simpático.

Bajo la influencia de este sistema ocurren cambios físicos que prepara al individuo para atacar o huir de una situación amenazante.