- Este domingo las lecturas nos recuerdan con que actitud podemos mantener sanas nuestras relaciones interpersonales …
Evangelio según san Mateo 18, 20-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
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Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Reflexión:
¿Cuántas veces tengo que perdonar…?
La “buena nueva” que Jesús nos trae, revela la voluntad del Padre: que el amor fraterno reine en cada uno de nosotros, en la comunidad, para que así tengamos una vida plena (en este mundo) … Jesús nos enseña como hacerlo posible, tenemos que colaborar con él.
El reinado de Dios lo encontramos entre nosotros, cuando hay unidad, en la familia, en la comunidad; sin embargo, nuestra naturaleza humana, nuestra debilidad y egoísmo, nos hace tomar malas decisiones, fallamos en elegir lo que es mejor para nosotros (pecado, viene del griego hamartía, fallar), y es el pecado lo que rompe la relación interpersonal, nos divide y aleja de los demás.
La “buena noticia” que hemos recibido de parte de Jesús, tiene su exigencia, porque lo que recibo, no es solo para mí, sino para que lo ponga al servicio de los demás; nos hace mensajeros y testigos del reinado del amor entre nosotros. A quien “está fallando”, hay que corregirle fraternamente (amistosamente), para que enmiende su proceder, que atenta contra la unidad; las palabras del profeta Ezequiel, se nos recuerdan el compromiso que tenemos de llamar a la cordura a los que han/ están fallando y rompen la fraternidad: “si tú lo amonestas para que deje su mal camino y él no lo deja, morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida” (Ez 33, 7-9). Si alguien hace mal, mi deber de cristiano es “amonestarlo (a solas), si no rectifica, vuelve a intentar, con uno o dos testigos, si no, decírselo ante toda la comunidad” (Mt 18, 15-20).
Todos y cada uno, somos parte de la solución al caos actual: solos, no nos salvamos (aunque creamos que si), necesitamos de los demás, ellos me salvan, nosotros salvamos a los demás; es posible porque, “pues quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie” (Rom 13, 8-10)
¿A quién podría yo salvar de un mal paso?…
¿Cómo es mi participación, proactiva, para la búsqueda del bien común?…
¿Cómo puedo hacer presente, en mi comunidad, el amor fraterno de Dios?
Alfredo Aguilar Pelayo
alfredo@ccrrsj.org
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