Fomentar un noviazgo sano en la adolescencia es determinante para evitar que los jóvenes se expongan a heridas emocionales o situaciones con desenlaces indeseados. Hay que recordar que esta etapa está marcada por grandes cambios y transiciones que inciden en el desarrollo de la propia identidad.
Por lo tanto, las primeras relaciones amorosas acaban afectando más de lo pensado.
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Es imposible predecir al 100 % cómo serán las primeras relaciones afectivas de los hijos. Sin embargo, la labor de educación realizada con anterioridad tiene una enorme influencia.
Potencia la autoestima y la dignidad: Estos tres elementos pueden convertirse en el salvavidas de los adolescentes cuando inician su vida afectiva.
Un joven que posea una autoestima sana y fuerte será capaz de elegir parejas que le nutran, le respeten y le eleven.
Ofrécele una buena educación emocional: La inteligencia emocional es la habilidad que nos permite identificar lo que sentimos, expresarlo y gestionarlo, así como reconocer emociones en otros y saber lidiar con ellas.
Es importante que, desde niños, enseñes a tus hijos a navegar por el mundo emocional; que les proporciones un amplio vocabulario al respecto y les ofrezcas herramientas para manejar estados emocionales intensos.
Enséñale a hacer uso de la asertividad: Todas las relaciones humanas experimentan conflictos en algún momento, lo importante es que tus hijos sepan resolverlos de una forma sana. Para ello, la comunicación asertiva es esencial.
Involúcrate desde la comprensión y no desde el juicio: Por muy buen trabajo que hayas realizado durante la infancia y la pubertad, es lógico y esperable que tus hijos aún presenten carencias a la hora de relacionarse afectivamente.
Por esto, es importante que cuenten con supervisión y guía de tu parte.