¿Cuánto es hacerlo poco?

Qué se consideraría hacerlo poco? ¿cuántas veces serían lo ideal para tener una vida sexual saludable? Aunque hay datos que apuntan a que hacerlo una vez a la semana es lo normal, la realidad es que no hay un número exacto de relaciones sexuales que se considere el ideal, ya que, no es tan importante el cuánto sino el cómo.

Hacerlo dos veces a la semana puede considerarse una frecuencia suficiente para una persona, porque le basta para cubrir su necesidad sexual y quedarse satisfecha, pero ser insuficiente para otra, porque no alcanza a satisfacer su necesidad sexual, o incluso, puede ser demasiado para otra porque sobrepasa su nivel de deseo erótico, explica Viejo.

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Una misma frecuencia puede ser considerada mucho, poco o adecuado en función de cada persona y de su nivel de deseo erótico.

¿De qué me sirve tener todos los días sexo si no lo disfruto? ¿Y si lo vivo como una rutina o una obligación (es lo que toca)?

¿Quién dice que tener sexo compartido sólo los fines de semana es malo o rutinario, si yo cuando lo practico me lo paso genial? ¿Quién marca el cómo, cuándo y cuánto?

La sexualidad es placer, disfrute y compenetración con la o las otras personas, por lo que, en opinión de los expertos, en este caso, como en muchos otros, es más importante la calidad que la cantidad. La clave en una pareja, como casi todo en esta vida, está en el equilibrio, en que ambos estén a gusto en la frecuencia, en la manera y en la resolución de la forma de disfrutar de la sexualidad compartida. La respuesta a cuántas veces hay que hacerlo para tener una buena relación de pareja es sencilla: Las que nos apetezca, sean más o menos.

Y es que no hay un número de veces más indicado que otro, todo dependerá de la pareja y de la situación de cada uno.

Más que poner un número exacto de veces, lo adecuado es pensar en si tenemos una relación más o menos activa en función del grado en que nuestras necesidades sexuales queden cubiertas o no.

Poner un valor numérico tan solo va a generar tensión, frustración y presión en la pareja, cuando las relaciones eróticas no son una competición.