Sucede que con estas acciones tan frecuentes traspasamos nuestra saliva al niño con todo lo que va dentro, incluidas las bacterias que pueden provocar caries, favoreciendo el contagio.
“Lo que hacemos es transmitir una infección al niño que por su corta edad es ´virgen´ en ese ámbito por así decirlo”.
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Así lo ha explicado a EFEsalud Iván Malagón, especialista en Ortodoncia y Ortopedia Maxilomandibular.
Matiza no obstante que el niño no se infecta solo por la transmisión de las bacterias de sus padres, tiene que haber un caldo de cultivo propicio, como es, por ejemplo, la ingesta de azúcares.
Malagón juzga que a los niños se les da mucha azúcar: “comen muchas chuches y las leches tienen muchos suplementos azucarados”.
“Al final a un niño que no tiene ningún tipo de colonización bacteriana se le pude provocar una potencial infección a medio plazo en el momento en el que salen los dientes, aunque sean de leche”.
Lo primero que provocan es la desmineralización del esmalte del diente, luego se comen la sustancia dura, y finalmente se meten en capas interiores, dentina y pulpa.
Caries, ¿hay carga genética?
Según la OMS , entre el 60%-90% de los escolares y casi el 100% de los adultos tienen caries dental en todo el mundo, pero los genes parece que poco tienen que ver “aunque si puede haber carga genética en la calidad de la saliva”.
“Sin embargo, una buena saliva y en mucha cantidad tiene un efecto protector porque facilita que el medio esté húmedo que es muy importante para todas las funciones: deglutoria, masticatoria… y además barre y elimina las bacterias de los alimentos y equilibra el pH”.